Nombre: Nancy Roxana Ancayay Leal
Lugar de nacimiento: San Francisco de Milagro, Ecuador

Residencia actual: San Francisco de Milagro, Ecuador

Miembro desde: 15/12/2011

 



Poemas incluidos en esta página:
 


- Capullo y torbellino.
- Arpegio dolido.
- Astros violetas.
- La delicia de marzo.
- Corceles de fuego.
- Milagro de mayo.
- Voy a cerrar violetas.
- Quebrando lunas de Neruda.
- ¡Miradme!
- Nuestras ausencias.
- Trinos de pasión.
- Espero el día verde.
- Nocturno de luz divina.
- Desembocar en ti.
- Paisaje.


 




 

 

 

Capullo y torbellino

 

 

Lluevo sobre ágatas celestiales,

algunas palidecen

cuando tus dedos enardecidos

rozan el arroyo de mis muslos,

y abro mis alas

con pulso de pájaro,

se encienden los candelabros,

tu música me abraza,

el vientre se agita como un mar bravío.

 

Nuestra piel se anida

para columpiarse y temblar

en la enredadera tibia.

 

-Tan tuya-

Me inclino a ti.

 

Y tú,

-tan mío-

te vuelves un caracol

enseñándome a pronunciar

a-m-o-r.

 

 

 

 

Arpegio dolido

 

 

Vibran las luciérnagas

por ti,

hombre de barro,

llovizna que rasguña

y abre el oleaje

en el silencio dormido de la luna,

 

-beso ausente-

de mi paisaje de amapolas.

 

Las noches vuelven a tejer

mi orilla marina

desbordada de tantos adioses

y

-esta-

una poesía más,

dolida de mi

se arrodilla al recordarte.

 

 

 

 

Astros violetas

 

 

Tiemblan los colibríes

sobre el dios de la luna,

sobre las notas de agua,

 

se adormecen las hadas

desmayan en el otoño pálido.

 

Sin embargo,

 

conservo aureolas con sinfonías verdes,

pinto un bosquejo de astros violetas

y son luces besándome el torso.

 

¡Oh!

 

-Danzo-

 

-Vuelo-

 

Y el ombligo del cielo

forma ríos

en el lienzo acuático de mi cuerpo

 

 

 

 

 

La delicia de marzo

 

 

 

Su cuerpo azul

es un paisaje,

un óleo virgen

donde la noche

puede florecer

y ser ave.

 

-Ella-

tan sólo ella,

abrazada a la naturaleza,

a la delicia de un marzo

de árboles y nardos.

 

Y sus alas...

 

¡Ah!

alas de mariposa,

que va hilando

un otoño amarillo

en los rizos de sus sueños.

 

 

 

 

Corceles de fuego

 

 

Luego de tantos naufragios azules

me voy acercando a la vainilla de tu boca,

al remolino de tu voz que me estremece,

a ese eclipse de luna que me desnuda.

 

¡Ah!

Esta estación de júbilos,

de golondrinas danzando en mi vientre

quiere atraparme en tu mirada canela.

 

Presiento el temblor del alma

anunciando corceles de fuego,

y llegará mi cuerpo a tus espacios

como un clavel a tus manos.

 

Yo he albergado el nido del amor

para vivir mil años contigo

acurrucada en tu mar,

y en esa lluvia de dalias.

 

-Ámame-

despacio,

sin promesas,

desde la silueta de una noche de Vincent.

 

 

 

Milagro de mayo

 

 

Voy a bendecir con mi beso tibio,

los naranjos que están creciendo

en los brazos de mayo;

y con este cuerpo rosa

y notas de alhelí,

dibujaré ases de luz

en el infinito

de tus ojos de mar.

 

Voy a encender un lucero

que me lleve

hasta tus pies de serafín,

quiero volar

en el ala de tus caricias

para no perderme

de los milagros

que esparce el arrecife.

 

Y en un rito silencioso,

esperarte desnuda de amor

para que ancles en mí,

la ternura que habita

en tu cuerpo tembloroso.

 

 

 

 

Voy a cerrar violetas

 

 

Yo comulgué mil veces

con la luz de tus ojos,

así como cada noche

lo hace la luna en estas tierras.

 

Religión de mi voz,

habitas en el oleaje más alto

de este mar de nostalgias...

mar que no limpia el llanto.

 

Reposas silente y tierno

en este vacío,

en esta hambre,

en esta sed de alondra herida.

 

Y quisiera crucificar

las lluvias de medianoche

para no padecer en este juego de ausencias

que de a poco quema el alfabeto del amor.

 

Hoy voy a cerrar violetas

para no besar más primaveras,

ni cielos de paisajes eternos.

No quiero que algún milagro me roce las alas.

 

 

 

Quebrando lunas de Neruda

 

 

¿Por qué regresas, otoño?

No ves que me vuelves

 

-lluvia-

 

-desierto-

 

-acuarela de tristeza-,

 

y voy quebrando lunas de Neruda;

sangrando las rosas que en marzo me diste

cuando sólo quiero ser carne nueva

que se abra a la dulce espiga del trigo.

 

 

 

 

¡Miradme!

 

 

Amor,

que bajo el almendro

esperas a la dulce amapola

que despierte eternamente

en tu costado de noviembre.

 

¡Miradme!

He llegado precisa

al volcán de tu pecho,

para resucitar entre los lirios de tu boca

y ceñirme al calendario de tu cuerpo.

 

Yo ansío ser tu océano de caricias,

el resplandor de un abril

sobre el iris inmaculado de tus ojos,

quiero rozar tus alas

y dibujarte sonrisas en las heridas.

 

Quiero amar tu alma y tu carne

bajo los júbilos de Dios,

porque estoy enamorada

y quiero latir en tu dulce regazo

y en el acantilado de tus sueños.

 

 

 

 

Nuestras ausencias

 

Luna abeja que abraza

a estas tardes de lenguas silenciosas,

dime si ellas saben de esta carne desnuda.

 

¿Dónde está la musa del pintor?

 

Se ha perdido la amapola de tu boca,

el rizo de la luz de marzo

ya no juega sobre tu piel.

Hay un bostezo de ausencia

que se agita en el acantilado

de las caricias que dulcemente descubriste en mi pecho.

 

Hoy simplemente la soledad se arrodilla

atada a la isla del credo azul

y al latido de tu vuelo.

 

Y si regresas;

la quietud de esta gaviota habrá despertado

para morder tu lirio,

antes de que las auroras

besen el calendario de tu cuerpo.

 

 

 

 

Trinos de pasión

 

 

Revolotean tus pupilas

en el balcón de mis deseos.

Vienes con la noche bordada de lunas,

para pintar con tus cálidos labios

jazmines sobre mis senos.

 

Te respiro desde el nido de la pasión...

Desnudo mi óleo,

besas mi vientre de alondra

y yo dejo colgado

un clavel tu sexo.

 

 

 

 

Espero el día verde

 

 

Ven,

hay una alondra desnuda

y un cirio encendido

palpitando en la semilla de mi pecho.

 

-Tengo hambre de ti-

 

Del refugio de tus brazos

del sol que se acuna en tus ojos,

quiero vestirme de tu mar.

 

Eres agua y aire

que nace siempre como un milagro.

Flor de luna,

por ti he visto ángeles en abril.

 

Espero el día verde,

donde resurja la luz de este amor;

la aurora de dos poetas

que esperan el roce tibio de sus labios.

 

 

 

 

Nocturno de luz divina

 

 

Si toda la luz de tu ternura

no hubiera estallado ese día de abril

sobre la aurora celestial;

esta isla de claveles

no soltaría aromas de orquídeas.

 

Amado, tú apagas y enciendes enjambres

en este corazón que duerme

abrazando deseos de ámbar.

Eres el remolino

en el que estoy extraviándome.

 

Tú eres un templo divino,

el milagro azul,

el cáliz sagrado,

el jardín de deseos encendidos

donde mi carne quiere morir y renacer.

 

Y tu dulce promesa dorada crece

sobre mis dedos, y entre mis pechos,

va dibujando estelas de luceros

que me llevan hasta tu norte,

donde florece el cielo de tu amor.



Desembocar en ti.

 


Desembocar en ti,
como desembocan del abecedario las palabras,
nacer minúscula ante la gravedad de tu amor,

transcurrir a diario
en las fotografías del ayer
colgadas en señales,

quedarme intacta
en tus pupilas,
y en el instante prematuro de un -si-

desvelarme en la madrugada
para vivirte
en esta absurda necesidad de amarte,
deseando enmudecer el alma,
y volver a desembocar en ti.

 
 

 

Paisaje

 

 

Me encontraste
pintada de paisajes
en el cielo de mis senos,
y anclada a un mar de pájaros
sobre mi vientre,

pero tu silenciosa ternura
nunca pudo anidarse hondo
en el oleaje de mis rosadas piernas.

 


¡Oh!
Bordeabas con tus dedos de agua
el enjambre de mi cuerpo,
pero el acantilado de tu boca
nunca pudo besar
el dios fecundo del amor,
que habita
en la flor virgen de mi oasis.

 



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