"... pero nos queda la palabra"
 
III Antología
 
"... si he perdido la voz en la maleza
                      me queda la palabra"
.
                                 Blas de Otero
 
   
 
A continuación presentamos a los visitantes de nuestra página una pequeña muestra del contenido de nuestro libro así como el prólogo del mismo escrito por el crítico literario Carlos Ferrer:
 
 

Rosas salvajes, heridas luminosas

El Liceo Poético de Benidorm conmemora su sexto aniversario con la publicación de su tercera antología, titulada “…pero nos queda la palabra”, que reúne poemas de diecinueve autores.

En una época de indiferencia religiosa, cosmopolitismo y un agrado febril por la novedad, lo inmediato y la rapidez, estos versos claman por una lectura sosegada en un rincón de la jungla urbana de asfalto y hormigón, que es hoy la ciudad. Ante el aluvión de novedades editoriales que cada semana se agolpan en las baldas, en las mesas y en los escaparates de las librerías, a veces vale la pena detenerse en ese volumen que nos llama la atención, pero del que no hemos oído hablar y arriesgarse en la aventura de leer, uno de los deleites más intensos que conoce el hombre junto al del conocimiento. El objetivo del lector es lograr sentir como lector lo mismo que el poeta sintió al plasmar en un papel su aliento poético.

José Martí aseguró que un grano de poesía es suficiente para perfumar un siglo. Con esta antología, el Liceo Poético de Benidorm pretende “perfumar” un aniversario, el sexto, y celebrarlo con los lectores por medio de sus quehaceres literarios, plasmados en este volumen en forma de rosas salvajes, de heridas luminosas.

Toda antología no sólo contiene su propio presente, sino que está cargada de su propio futuro, o como escribe el antologado Mones-Ruiz “revisando los ayeres/ y midiendo los mañanas”. El poema hoy escrito no es otra cosa que el pasado en su camino hacia el futuro y es que T. S. Eliot decía que el poema es “el punto de intersección de lo intemporal con el tiempo”.

Esta antología es un bosquejo de la literatura de otro presente, más o menos lejano, que nos recordará la frase final de El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald: “Y así seguimos adelante, botes contra la corriente, empujados incesantemente hacia el pasado”.

La arbitrariedad de su criterio y el gusto seguido en el proceso de selección de los versos configuran “…pero nos queda la palabra”, con un caudal poético unido por las siglas del Liceo Poético de Benidorm y variado por la diversidad de los temas que la componen.

Esta antología es un catálogo de versos, un catalejo que nos acerca a la totalidad de un panorama, el del Liceo Poético de Benidorm, conformado por una amalgama de diferentes meandros creativos mediante los cuales nos adentramos en sus galerías y navegamos por su interioridad. Estos versos están hechos de atisbos que son ritmos y de la profundidad de unos instantes, y en manos del lector no son una colección, sino un estado de ánimo. Porque la poesía, según Thomas Gray, son pensamientos que respiran y palabras que queman.

El libro está dividido en siete capítulos siguiendo una estructura temática de las composiciones, titulados con referencias mitológicas que orientan sobre su contenido, desde poemas existenciales, amorosos o espirituales, hasta poemas sociales o nostálgicos.

Estos autores escriben, libres de cargas retóricas, acerca de lo que se amasa y late en sus propias experiencias, lo intensamente vivido está expresado en unos versos que configuran la intuición objetiva y el sentimiento, y cuya emoción estética surge del empleo de la técnica y de su conjunción con la sensibilidad. “Los poemas tienen siempre grandes márgenes blancos, grandes márgenes de silencio en los que la memoria ardiente se consume para recrear un delirio sin pasado”, escribió Paul Éluard.

No son escritores que se enrocan en lo rocoso de un mundo interior construido con piedra, ni de un hermetismo oscuro, sino que rehacen en los versos el ritmo interior de la fantasía utilizando la materia prima del lenguaje. Al decir de Baltasar Gracián, es el estilo natural como el pan, que nunca enfada, como sucede con las creaciones diáfanas de Jorge Álvarez Morcillo. La rima y la cadencia de Rafael Mones-Ruiz, los rasgos intimistas de Amparo Solbes, Mario González Pérez y la otredad, José Antonio Ávila transitando por el territorio de un bar que ya pisaron los novísimos Luis Antonio de Villena y Luis Alberto de Cuenca y elevándolo a la categoría poética, la sensualidad de Candela Jiménez que convierte el verso en espuma y fuego del mirar y Verónica León, quien traza una travesía del yo por las galerías del ser donde afloran en el consciente los encargos del subconsciente, van atrayendo verso a verso, página a página, la atención del lector.

La contención expresiva funciona como un dique de su fosforescente intensidad emocional en el caso de Pilar de Juan, mientras María Meilán incide en la gramática del recuerdo, Paqui Herrera demuestra conocer el alfabeto de la soledad y logra que el lector permanezca en el clima del poema y no en su margen, y Ana Marlópez convierte la experiencia de la realidad en experiencia de lenguaje mediante imágenes perdidas que el poema devuelve a su cotidianeidad.

Si la poesía de Julio Pavanetti presenta un plano que se reconoce por la exactitud de sus aristas y sus palabras son como profundas gotas, en las que se refleja lo cóncavo y lo convexo de la situación, la de Patricia Pérez Acha es palabra que busca, vocal que habla, consonante que reza; si Orlando Carreño encaja en el término acuñado por Valéry de “poetas conscientes”, Miguel Gutiérrez García ajusta su poética al verso de Mallarmé “y el silencio avaro y la noche maciza” (et l’avare silence et la massive nuit); si Florencia Guijarro escribe con Catulo en el corazón y Bécquer en la mano, Mercedes Rodríguez ve de manera distinta aquello que mucha gente ve todos los días y que ya poetizase César Simón (cf. Viaje); si Juan Carrizo muestra un extendido denuedo tensado y “el balcón abierto de mis sueños”, Annabel Villar, finalmente, es la artífice de una tempestad de fonemas y de imágenes que el lenguaje fulgura. Todos ellos completan la temperatura poética del volumen y reivindican una cristalización de la existencia como un rescoldo de lo vivido, con la esperanza de que esta antología contribuya a hacer más próxima la obra del único colectivo poético existente en la actualidad en la localidad turística. Porque no importa tanto el trayecto como la carga, la estiba, el residuo y porque este poemario debe ser un caudal que solidifique en manos del lector.

Tras la lectura de este libro polimétrico cabe aplaudir la actitud de voluntariosa originalidad con la que estos autores antologados abordan la actividad poética y dan expresividad a unos versos que ensanchan la literatura. Cernuda decía que hay dos tipos de obras literarias, “aquéllas que encuentran a su público hecho y aquéllas que necesitan que su público nazca”.

Esta antología pertenece al segundo tipo, porque es el momento de que los autores incluidos logren que el lector respire por las palabras convertidas en la piel de estas páginas y que coincidan con Mario Vargas Llosa, quien afirmó, al ser investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de la Rioja, que “las mejoras cosas en la vida me han sucedido leyendo”. Y es que, como ha afirmado el poeta Joan Margarit, la poesía es como una “casa de misericordia donde hallar refugio”.

  

Carlos Ferrer

 


NOCHE Y NIEVE

Si tras el día no encuentro en el camino
los rayos blancos de una luna llena,
contemplaré en el cielo las estrellas
para que a mi tiniebla den su brillo.
 
Si después del verano, el viento frío
y el copioso nevar la tierra acechan,
buscaré el rojo amparo de la hoguera
y en sus ascuas tendré calor y abrigo.
 
Tan duros adversarios, noche y nieve,
no han de poder mandar sobre este cuerpo.
Mis venas llevarán sangre caliente,
 
mis ojos chispearán claros destellos,
y esperaré a que el nuevo día que llegue
no tenga oscuridad, ni tenga invierno.
 
 
© Miguel Gutiérrez García
 
  
 

SOLEDAD, CONTIGO...

Viento en la maltratada arena,
suspiros de agonía retrasada,
sombras sin extensiones,
sin contornos dibujada.
 
Contigo todo es hierro candente
que forja las argollas de la espera,                     
es más profundo el abismo,
alargando su sombra la quimera;
contigo el fuego se vuelve infame,                     
reduciendo a cenizas la siembra.
 
Soledad que abres al céfiro los goznes del portón,
extendiendo su aliento de tibieza;
no existes cuando la lluvia
acaricia con mimo los cristales,
o con enojo los golpea.
 
Alcanzada en penumbra de soles,
acogida en altares, deseada;
el consuelo de olvidadas amarguras,
contigo ni zozobras ni amenazas.
 
Cuando en negruras nocturnas
la inspiración se abre a tu grandeza,
surgen melodías, cuentos, poemas,
y sueños que por ti se engendran.
 
 
© Florencia Guijarro
 
 
  

CARNE OCEÁNICA

Éramos
niños, carne de navío viajera,
carne de áncora surcando el Atlántico,
éramos una mirada de insolencia,
empapada en desafío.
Era el mar un cuenco de misterios bucaneros,
movimiento ondulante, leche manando
de las ubres de la Tierra.
 
Éramos
niños embriagados, carne de Mar gris
ominoso, de preguntas habitado,
preñados de respuestas enigmáticas.
Un recuerdo de aguijones en el pecho,
delfines psicopompos en medio del océano,
y era plétora su aliento, preludio de tierras
africanas a lo lejos.
 
Éramos
niños, carne madera y nudos,
cabeceando infinitas palpitaciones viajeras
de vértigo y misterio.
 
 
© Mercedes Rodríguez
 
 
 

DISTINTO

Si te envuelven historias
de perlas y piratas,
y puedes ver en casa
orquídeas y bromelias,
dan ganas por momentos
de ser un poco loco,
de no ser igual.
 
De asirse de un madero
al mar de las Antillas,
y soñar que no es lunes.
Que ya no existen más.
 
¡Por Dios, qué maravilla!
Tan sólo por un día,
sentir que uno es otro
y que el otro, ese día,
dejó de ser igual.
 
 
© Mario González Pérez
 
  
 

MIRADA

En el rincón de una tasca/bar,
escondido de la prisa,
escucho el ruido de las gentes.
Criaturas anónimas,
distintas,
cerdos con ropa y piara,
enamorados,
chulos,
cretinos,
borrachos con mono
y vagos que verborrean.
-A estas horas, los listos están tramando-.
Releo la carta de un amigo
y saboreo el café pensando...
Todo bar, debiera tener su puta,
su borracho y su poeta.
Los bares son... refugios impagados.
 
 
© José Antonio Ávila
 
 
 

MEDITACIÓN

Era como un viento de otoño,
amarillo y plata, aquel atardecer.
 
La luz jugaba con las sombras,
las perseguía por la desnuda pared
hasta ahogarlas en el silencio
de un rincón.
 
Acaso fuera una tarde
que se prestara a meditar
en los dos lados de la vida,
en el haz y el envés de las cosas.
En la sutileza de los matices.
Y el equilibrio que se extiende
entre el ardor y la prudencia.
 
 
© Orlando Carreño
 
  
 

PEDRO PÁJARO

Sombra de mí,
clara sombra, transparente,
iluminada…
no existen vicios ni milagros míos
que no sepas, ni comprendas, y resuelvas…
ni un misterio inalcanzable por tus años,
y tampoco algún suceso trascendente,
que desnudo y desarmado,
no llegues pronto a comprender.
Irrumpes, nunca con resacas ni atropellos,
nos rescatas, efímero, y sigiloso, y sonriente,
con tu voz, con tus palabras inventadas, poderosas,
con tus ojos penetrantes en real resurrección.
Mi pedacito de pan,
mi cielo…
el  más azul y profundo,
mi mar sereno, confiado,
enlunado, estrellado, y con nubes de algodón.
Con mirarme mientras duermes,
tienes harto y suficiente,
me atraviesas penas…
las más sórdidas, secretas
y ancestrales,
con tu espejismo de mí, con tu índigo aroma,
y tu rebelión.
Y nos recuerdas, y nos crees, y nos devuelves valor…
como cuando también era inocente sin saberlo,
y creía sin serlo,
y podía cerrar los ojos y desaparecer.
Mi ancla y mi motor,
mi canoero y poeta espontáneo,
luz tenue que arrulla,
oscuridad consolante en común.
Mi noche.
Amo siempre la noche y sus cuentos,
sus imposibles y héroes fantasmas,
constelaciones por descubrir y crear.
Y de día, refrescante brisa y leve calor.
Mi día.
Amo los días despierta,
consciente del sueño real de tenerte,
poder escucharte, sentirte, intuirte…
acceder a volar.  
Renuevas de mí lo mundano que ignoro,
universos vacíos por hacer y desarmar.
Dame preguntas y nunca respuestas certeras…
dame tu mano confiada, que no hay realidades sin ti.
Tú, que creces y cambias y creas,
que no hay espacios pendientes, etéreos,
que desconocer.
Pedro piedra, Pedro pasto, Pedro pluma.
Gracias pequeño, chiquito, retazo de cielo…
por no dudar nunca tres veces antes de creer,
de creerme.
Pedro río, Pedro vida, Pedro reconciliación.
 
 
© Verónica León
 
 

EN LA ORILLA DEL TIEMPO

 
Tuya la luna
vientre fecundo de una nueva vida
míos los cielos
rompiéndolos buscando amanecer.
 
J.P.
Te estoy mirando ahora
desde el umbral del verso,
duplicando reflejos
desde la densa niebla,
y te veo en la casa
-de mágicos recuerdos-
con tu tiempo ocupado,
sin misterios ocultos,
inventándome el mundo
con palabras sin rejas,
amasando el futuro
con caricias ligeras.
 
Te estoy mirando y vuelven
las noches de verano
bajo la antigua parra;
los ecos del pasado
-verdecidos de plantas-
en el largo cantero,
habitando por siempre
al sur de la memoria,
mientras que, protectora,
tu presencia constante
era refugio íntegro
que todo lo abarcaba.
 
Te estoy mirando y siento
aquellas manos cálidas
que ondularon mi mundo,
que se hizo en tu voz
esperando despacio
con tu ejemplo de guía,
y hoy me veo a mí mismo
reflejado en tus ojos,
volviendo a la niñez
con la luz ya cansada,
reviviendo paisajes
que serenan historias.
 
Te estoy mirando y veo
como en el horizonte
la memoria se vuelve
alondras en revuelo,
extornando momentos
de un azulado ayer,
soslayando regresos
de sueños replegados.
A veces, sin embargo,
sólo veo tus manos
sobre mi corazón
en la orilla del tiempo.
 
Con la tragedia intacta
de su lenta agonía
más allá de nosotros;
con el sonido a lluvia
en las noches de invierno
disfumando latidos,
con las risas furtivas
-que ahora son olvido-
viviendo en su garganta:
en la casa paterna,
doblegada de heridas,
sólo quedan recuerdos.
           
Eran nuestros los pájaros
que cantaban sin miedo,
rompiendo en la alborada
los fulgores del cielo,
las luces primigenias;
pero hoy, madre querida,
quedan pocas estelas
donde el canto vibrara:
tan sólo deshojadas
jacillas de la infancia,
laberinto de huellas
de un ayer sin mañana.
 ... a mi Mamá
 
 
© Julio Pavanetti
 
 
 

MIS PUERTAS ABIERTAS

Hoy escribo estas palabras,
estos renglones desprolijos,
con esta tinta ya vencida
y mis fuerzas desplomadas,
con ansias que sueñan tu regreso,
con ojos imaginando tu cara.
 
Hoy me pierdo en tus manos
que me tocan desde lejos,
hoy pongo en mi memoria
la alegría de aquellos tiempos,
esas tardes de la niñez,
esas risas, esos juegos.
 
Hoy me caigo de rodillas
y con una flor, beso
tus mejillas, tus manos,
con una flor que da vida
a todos mis recuerdos,
que perfuma cada segundo,
cada espacio de este cuento.
 
Tras cuatro muros de piedra,
hoy me escondo en silencio,
para gritarle al vacío
el dolor que llevo dentro.
 
 
© Juan Carrizo
 
 
 

OJOS DE GATO

El verde se adueña de tus pupilas castañas         
si el deseo se apodera de tu cuerpo quieto.       
Te entregas, te ofrendas a ti mismo en el altar    
tan premiosamente enarbolado en nuestra cama.
Laxo y lento te abandonas, me dejas hacer       
mientras gimes, entrecierras los ojos tramposos          
y un aura de hierba ilumina tu cuerpo por dentro.      
 
Y al transformarse en destello la luz marfileña,  
a la hora incierta de las corduras minúsculas     
como de las mayúsculas locuras felinas,                      
te repliegas, lánguido, hacia sensuales fulgores.         
Calla, no hables, para no despertar al crepúsculo.
Recorta las horas y suéltate la melena, 
y estalla libremente con morosa premura.
 
 
© Annabel Villar
 
  

 
webmaster: soydelfrater@hotmail.com