Nombre: José Luis Labad
Lugar de nacimiento: Madrid, España
Residencia actual: Madrid, España
Miembro desde: 13/11/2015


Poemas incluidos en esta página:       
       

                - . LA TABLA DEL NUEVE 

                - . ARQUITECTO DE VERSOS 

                - . HUELE A PINTURA 

                - . VIENTOS DEL ESTE 

                - . MANOS 

                - . COLGADOS DE LA PARED 

                - . CALLA 

                - . RECORDANDO TIEMPOS MEJORES 

                - . MADRE 

                - . NOVIEMBRE 

                - . ANTOLOGÍA OIGO SUSURRAR A LAS HOJAS POEMA II 

                - . EL LADRÓN DE LAS PALABRAS 

                - . REPOSOS  

                - . RECUERDOS

      - .¡SALTA!
.
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- .
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LA TABLA DEL NUEVE
(La letra con sangre entra)
 
A Antonio Machado y su “Recuerdo infantil”
 
Se me agarrotan los dedos
tiznados de tiza
oliendo a pupitre raspado
mezclado con aroma
de aceite de ricino
y calcio en botella de cuello largo.
Mientras, suena en mis oídos,
la tabla del nueve.
Nueve por una es nueve,
y la piel, se torna azulada.
Sangre derramada
por las sílabas que salen al alba
de aquellas ansias contenidas
entre canciones de la Patria
y Padrenuestro con sabor a rancio
a la entrada de aquel pequeño colegio
mezclado con el barro
y con las tristes miradas
que nos arrojaban a la cara.
Y continúa la cantinela…
Nueve por cinco
cuarenta y cinco.
Taladra el estruendo
de la dictadura del poder,
de los reglazos en las manos
sucias de tanto coger la lima
y clavarla en la tierra de mi barrio.
Nueve por ocho
setenta y dos.
 
Resuellos entre lágrimas
y penas derramadas.
Meriendas de mucho pan
y poco chocolate,
aderezadas con tanto amor
que me parte el alma
al ver su fotografía.
Y termina la entonación
maldita y reprimida
de la tabla del nueve.
Vuelta a casa
entre carteras de piel vuelta
con olor a especias árabes
y zapatos “Gorila”
con suela desgastadas
de tanto y tanto
pasar de pie en pie,
de hermano a hermano,
de vecino a vecino.
Sabores de mi niñez
que se mezclan
entre recuerdos y hambre
con los de la otra España
que vivía al otro lado del río
de mi infancia.
Recuerdos imborrables
y rodillas ensangrentadas.
Nueve por diez noventa
y empieza otra vez más
la odiada cantinela.
 
 
 
 
ARQUITECTO DE VERSOS
(El Maestro de las palabras)
 
A Benjamín Prado
 
De porte enjuto y templado,
de mirada perdida entre versos,
se encuentra el poeta.
Sonrisa sosegada a media luz
en una existencia febril
y consagrada a los sentimientos
tras los visillos de la vida,
habitan los poemas
del hombre comprometido
con la libertad y los sueños.
Así es, sencillo y cercano
con cierto aire sutil y bondadoso.
Adicto a las artes y a las cosas bellas,
compositor de notas que recorren
la Cava Baja y sus tabernas,
mientras Dylan nos susurra al oído
una melodía que nos enternece
con las letras que moderan la rabia,
a la vez que el maestro Alberti
entre “Sermones y moradas”
recorre su poesía entre consejos
y bromas con los de amigos.
Así es nuestro poeta,
un hombre sensitivo
y con cicatrices en el alma.
Un mortal que se agarra a la vida
a través de sus palabras o de sus canciones
al igual que el náufrago,
lo hace al tablón de madera que le acompaña
acompasando su propia suerte
en una confluencia de olas cruzadas
entre letras y corazones desperdigados.
Así es, o así creo que es,
o al menos me gustaría que fuese
el Maestro de las palabras,
el Encantador de sonrisas,
el Arquitecto de los versos.
 
 
 
 
 
HUELE A PINTURA
(Rescatando olores de las paredes)
 
 
Huele a pintura esta mañana,
a pintura y a aire fresco
y también a tu pelo.
 
Huele a pintura esta tarde
y me embriaga su olor
mezclado con tu aroma a manzana.
 
Huele a pintura esta noche
mezclada con las sábanas
y con el sudor de tu cuerpo desnudo.
 
Huele a pintura hoy…
Huele a pintura siempre…
 
 
 
 
 
VIENTOS DEL ESTE
(Añorando lo que hay detrás de mi espalda)
 
 
Vientos del Este me llegan
recordando cabellos negros,
ojos profundos, sangre de hielo.
 
Me alcanzan por la mañana
atados a tu cintura
pegados a tu nombre.
 
Con aires frescos de nieve
enredados entre mis dedos
ahuyentando mis recelos.
 
Deseándote cada día,
añorándote por las noches,
callando por no pecar.
 
Pero hasta cuando te engaño
te amo. Te amo irracionalmente
con mil instintos descompuestos.
 
Muero al saber que estás ahí
cerca de mí y no poder acariciarte,
imaginando momentos en silencio.
 
No cuestionar por qué te amo,
no pensar por qué lo hago,
sólo hacerlo y nada más.
 
Delirio castrador de pensamientos
que se alojan en mi interior
desatando instintos reprimidos.
 
Ahuyentando miedos ocultos,
pasando páginas de libros
que se borran cada día.
 
Dejar de atormentarme,
esperar a que llegue la mañana
borrando la noche sin estrellas.
 
Del Este vientos me llegan
con manos sonrosadas
con voces insatisfechas.
 
Vientos del Este me vienen.
Vientos del Este se quedan.
 
 
 
 
 
MANOS
(Idioma común de las manos que hablan)
 
 
Manos que se mueven sin concierto
emitiendo señales que dicen mucho,
que enseñan más de lo que quieren.
Son aliadas de los ojos y la mente,
de los labios que se muerden,
que se abren y se cierran,
que se esconden entre las manos,
que se juntan con los ojos,
con las manos y las mentes,
que muestran su desnudez,
sus logros y sus miedos.
Manos aisladas del cuerpo,
pegadas a otro cuerpo,
acariciando, sintiendo,
transmitiendo calor en los dedos.
Manos que pasean sensaciones,
descolgando gritos exultantes
de placer desbocado,
de tierno amor de enamorados.
Manos que golpean bellos cuerpos
de mujeres que se pierden
en las manos de otros hombres
que las quieren y las aman.
Manos que agitan sexos
después de llegar a un buen precio.
Manos que hurgan sensaciones
entre muslos sonrosados,
se estremecen, se entrecortan,
entre gritos y gemidos,
entre llantos y susurros.
Manos limpias, torpes,
temblorosas e imprecisas,
del primer amor perdido,
del segundo incomprendido.
Manos que encuentran el deleite,
que se ciernen en tus pechos,
que se pierden en la dicha.
 
 
 
 
 
COLGADOS DE LA PARED
(Pintando sonidos azules cada mañana)
 
 
En la pared frente a mi escritorio,
cuelga un cuadro de tonos azules
cargado de oscuros colores,
con matices claros por algún lado,
pero azul en toda su extensión.
Tal vez hallemos algunas pinceladas
verdes y blancas, pero sin importancia.
Más a la izquierda otro de peces
y otros animales acuáticos,
también de colores azules
y abajo del todo, un acantilado,
con tu retrato desnudo
siguiendo con los colores azules,
pero está vez claro de mares
y montañas parduzcas.
Detrás del sillón negro,
un pequeño cuadro de colores,
de muchos colores,
con una menina en el centro,
sin ojos, sin boca,
sin rostro que se te parezca.
Y no sé por qué digo esto,
si tal vez a nadie le importe
de qué color tengo el despacho,
pero antes de terminar os lo diré:
azul claro, como el cielo,
como las manos que acarician
las telas que pinto.
Como el azul que veo
cada mañana al abrir la ventana
esperando que vengan a verme
esos ojos azules que tanto quiero.
¿Y me preguntáis por qué
me gusta tanto el color azul?
¡Es por ella!
 
 
 
 
 
CALLA
(Desbrozando silencios)
 
 
Podría escribir cuanto quisiera,
pero hoy es día de callar.
Mejor estar así,
que decir cosas que me pesen.
Tendría palabras en la boca,
pero no en la mente
y menos en el corazón.
Hoy es mejor callar
que hablar y no decir nada.
 
 
 
 
 
RECORDANDO TIEMPOS MEJORES
(Viento que todo lo mueve y lo cambia de lugar)
 
 
Tiemblan las ramas con el viento
y la hierba se cubre con el rocío
tiñéndose de un manto blanco
e impoluto como el alcanfor.
 
Ya no quedan lenguas para gritar,
son bocas tristes y perdidas
por el devenir de aquello que no llega,
que se hace esperar, que se diluye.
 
Pasé noches deshaciendo trenzas,
desvistiendo cuerpos en la alcoba
que me recordaban el tuyo,
aquel que cada noche me hacía temblar.
 
Te veía pasar cada mañana
y de tanto verte pasar
descifré lo que decían tus pasos
y pensaba que me amabas, que volverías.
 
Pronuncié el amor con tus labios
en los míos, como dos almas gemelas,
eran tiempos de creer y amarse,
de soñar y volar por la nubes.
 
Eran pequeños momentos
de juntar dos gotas de agua
y hacerlas un solo corazón:
el tuyo y el mío.
 
Pero pasó el tiempo
y con él te olvidaste de mí,
se borraron los recuerdos
y todo se perdió poco a poco.
 
Y quitaste las guirnaldas de colores…
 
 
 
 
 
MADRE
(Intercambiando besos)
 
 
Hoy me he levantado temprano,
he pegado la cara contra
el cristal de mi cuarto y absorto,
he visto pasar el tiempo
ante mis ojos de niño.
He visto, madre,
cómo me mecías en tus brazos,
me arrullabas con tu voz
y me besabas tiernamente
en la frente.
He olido tu perfume
mientras te acercabas a mí,
he sentido los latidos de tu corazón
y he saboreado el pasado.
Ese pasado de pan y chocolate,
de noches en la puerta
tomando el fresco,
de risas y dichas,
de luces encendidas
en el pasillo de nuestra casa
y de miedos inciertos
cuando te ibas de mi lado.
Hoy me he levantado temprano
y no te he encontrado.
 
 
 
 
 
 
NOVIEMBRE
(Segundos que se quedan a vivir)
 
 
Como el viento
que azota mi rostro
y zarandea tus pestañas,
así llegaste
aquel día
de mediados
de noviembre,
entre el hambre
y las ganas de llorar.
Te quedaste
a vivir para siempre
entre mis miedos
y los tuyos.
Permaneciste quieta
sin decir nada
igual que habías
llegado.
 
 
 
 
 
 
ANTOLOGÍA OIGO SUSURRAR A LAS HOJAS
POEMA II
 
 
Se acerca
con pasos perdidos
entre las hojas ocres
que dibujan un manto
de sonidos en el suelo.
¿Quién puede ser
que su presencia noto
en mi espalda?
Serán las palabras caídas
de algún verso inacabado
que nos transporta
a la imaginación
de una noche truncada.
Sospechas.
Son tus pasos
que cada noche
me siguen
y al darme la vuelta,
desaparecen
como los sueños quiméricos
que me atormentan.
Vuelve a llover
y cesan tus pasos
mientras oigo
el susurro de las hojas.
 
¡Las oigo!
 
 
 
 
 
 
EL LADRÓN DE LAS PALABRAS
(Robando sueños disipados)
 
 
Quisiera ser luz en las tinieblas
y arrancar en mil segmentos
los brotes de ira
que están en tu corazón.
 
Estaría dispuesto a despojar
las lágrimas de tus ojos,
y encerrar los suspiros
que anidan en tu pecho.
 
Sería el Ladrón de las palabras
que se esconden entre las sombras
de los profundos sueños
y en la línea de tu boca.
 
Arañaría el suelo de tu estancia
a la espera de tus reproches,
recorriendo el bello vello,
de tus extremidades sigilosas.
Ladrón de versos, de sueños,
de reproches y conspiraciones,
de celos y desasosiegos,
de alaridos y de mutismos.
 
De pesares, de ruidos de genitales,
de ritos ofensivos, de descalabros,
de deleites, de olores, de asonancias
y demás ambigüedades.
 
 
De destemplanzas, de noches en vela
junto a tu tálamo, de suspiros sin aire,
de rechinar de dientes,
de lamentos y desconsuelos.
 
Y entre todos esos pesares,
danzando entre celajes,
estarías tú, en el altar de mis estrofas,
en el interior de mis recuerdos
 
Y yo… sería el orador de sollozos.
Sería… el Ladrón de las palabras.
 
 
 
 
 
REPOSOS
(Destronando luces)
 
 
Colérico embuste
que nos muestra
en cada esquina,
vicisitudes extraviadas
de aquellos que nos señalan
los orillos de la mañana
vendiendo igualdades,
deslumbrando ojos
todavía sin abrir,
sin sentir la luz
que les quema,
que les desnuda,
que ansiando reposar
el resto de su tiempo
a tu lado, mueren
junto a ti.
Junto a mí.
 
 
 
 
 
RECUERDOS
(Sonidos de llantos compungidos)
 
 
Nos queda el recuerdo
del silencio perdido
en las calles repletas
de miradas vacías.
Nos queda también
el sonido de ambulancias
y el sabor a rabia contenida
por el estruendo de los llantos.
Nos quedáis vosotras,
con esos tristes
rostros de dolor
de familias rotas,
de amores sin culminar,
de hijos sin padres,
de padres sin hijos.
Solo nos queda hoy
el poco deseo de vivir
y seguir recordando.
Hoy son recuerdos…
Mañana… pena,
mucha pena.
La misma pena de hoy,
la pena que nos seguirá
siempre. Siempre.
 
 
 
 
 
¡SALTA!
(Caer cerca de tu vereda)
 
¡Salta!
Dijiste en voz baja
mientras hilabas palabras
en tu cuaderno;
al tanto que yo
te comía con los ojos,
ensimismado,
padeciendo,
recorriendo
el perfil de tu ardor
con mi mirada
y desabrochando
uno a uno,
los botones
de tu escote
para adentrarme
en tu interior,
con liviandad
y avidez.
¡Salta!
volviste a susurrarme,
a la vez
que me empujabas
al vacío
de mis tormentos.
¡Salta!
gritaste
una y otra vez.
¡Salta!
¡Salta!
¡Salta!
Después,
silencio.
Oscuridad.
¡Salta!
me pediste,
¡y no pude hacerlo!
 

 

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