Nombre: Mina Pardo Ribes
Lugar de nacimiento:  Madrid, España

Residencia actual: Benidorm, Alicante, España
Miembro desde: 10/01/2011


Poemas incluidos en esta página:
 
 
      -         I
      -         II
      -         III
      -         IV
      -         V
      -         VI
-          VII
      -         VIII
-          IX
      -         X
      -         XI
-          XII
-          XIII
-          XIV
-          XV
-          XVI
-          XVII
     -          Vuelvo a este mundo
     -          Presiento... 
 


                                               
 
I 
 
La belleza subjetiva, 
ecuánime cual pensador, 
alzando ritos en otros tiempos 
entre la barbarie y el cólera, 
yergue la lánguida y fina belleza. 

 
  
II 
 
Estás abierto a los deseos
que en tu conciencia corren
hacia las tentaciones del alma.
Te llaman a gritos,
entre susurros
de la atmósfera.
 
Trasnochas en tu lecho,
entras en la luna del lamento;
tu festival de primavera
se derrama en la suave lentitud.
 
En el susurro del alba
son los dormidos duendes
los que, como caracolas,
palpitan fugaces en un sueño.
 

 
 
III 
 
 
En tus verdades eternas,
tus solemnes halagos
me hacen estremecer
en un Cáucaso de dudas.
 
Tu perfecto desaliento
acompaña la incertidumbre
de saber que no estoy sola.
 
Que envuelto en la nada
no llego a la balanza.
La balanza de verte desnudo,
despojado de tu careta.
 
 
 
IV 
 
En las centradas arboledas
sientes, viajeras, tus penas,
como penachos de gloria
de su gran glosario.
 
Ahora lates en silencio
donde existe el comienzo,
y la paz de luchar
bordea la luz que ilumina.
 
En la rocosa fuente,
en la iluminada natura,
eres quimera de antaño.
 
 
 
V 
 
La rosa púrpura encendió
los velos del cuerpo de los deseos.
 
Alborotados en la noche
se quejaron a los dioses,
que trajeron y envolvieron
sueños ¡Las pirámides de otro tiempo!
 
Cultivadas súplicas se  añadieron
allí donde se inicia el comienzo
de la belleza salvaje
que se esfuma como el aire.
 
Das rienda suelta a la cordura
con tu fragancia.
Lo envuelves todo en hermosura.
 

 
VI 
 
El calor me envuelve
como si se tratase de un viento
lleno de fuego,
seco y árido, que me consume.
 
Rociado de un perfume sediento
este atardecer que respiro
es el suave encuentro
de la noche: su silencio.
 
Son estepas turbias
donde los juglares de mis sueños
cambian de rumbo
convertidos en almas prisioneras.
 

 
VII 
 
En los jardines 
del parque 
 
siempre 
hay un castillo 
en el aire. 
 
 
 
VIII 
 
Fuertes son los latidos del alma,
a la luz de las estrellas
escriben dígitos al cielo
con elaborados colores ausentes.
 
Es el firmamento que nos llama
como flor de luz tardía.
 
Retrocedes en el tiempo;
la lluvia entre ciclones
solicita a la experiencia del saber
su inequívoco meandro cauteloso.
 
 
 
 
IX 
 
Al otro lado del río
vi encenderse un mundo
de caracolas de diferentes colores.
Templadas entre las rocas,
sus acicaladas formas
dieron paso a su encuentro
-transparente y lozano-
corriendo por su sendero.
 
Luces que parpadean,
lejanos paisajes nublados,
entre los verdes palpitan
estas noches de verano.
 
Salgo a tu encuentro
entre la bruma.
Acaricias mi cuerpo,
con mi caña te peino
y con mi música te adorno.
¡Oh! Río arriba o río abajo,
siempre lates entre las valientes
encinas y las corrientes al alba.
 
 
 
X 
 
Cogimos rumbo a la razón
los pensamientos enemigos;
los lanzamos como cañones
al vacío encuentro del silencio.
 
Meditamos en las tardes y los días
la llegada de un violonchelo.
al Cáucaso dorado de cólera.
Amaneció en la bahía.
 
Temblaron las juntas
de sus entablados galones,
y, con su austero mandato,
interrogaron a las almas migratorias.
 
 
 
XI 
 
Sólo siento mi cuerpo prisionero
en la añoranza del ángel.
Sus alas ajadas viajan
hacia un rumbo de paz y amor.
 
Los caminos escogidos, ya no lejanos,
como cañones de emblemas
que suaves festejan escritos,
a todos nos hacen iguales.
 
Somos encinas maternas
que ofrecen sus ramas al viento,
nuestros flecos hilvanados
unen el cielo y la tierra.


 
XII 
 
Desperté y quise correr,
volar por el cielo azul
y teñir los colores
de las flores y las hojas.
 
Corrí para no perderte,
salté por no buscarte,
me encarné para volver a la vida
y me quedé sin aliento
cuando yo fui ese sueño.
 
Quise verte como un reflejo,
iluminado como un haz de luz,
perpetuar tus palabras
a la brisa del tiempo
y emancipar tu yo.

 
 
 
XIII 
 
Al lado del viaducto,
son las aguas
sonidos imperiales
de la antigüedad.
 
Despertaron al amanecer
a las coloridas piedras
que dieron pinceladas
al paisaje llano.
 
Laberintos imberbes de razón,
pasadizos en las alturas
que atienden a secretos
en su valiente máscara.

 
 
XIV 
 
Estás abierto a los deseos
que en tu conciencia corren
hacia las tentaciones del alma.
Te llaman a gritos,
entre susurros
de la atmósfera.
 
Trasnochas en tu lecho,
entras en la luna del lamento;
tu festival de primavera
se derrama en la suave lentitud.
 
En el susurro del alba
son los dormidos duendes
los que, como caracolas,
palpitan fugaces en un sueño.
 
 
  
 
XV
  
En tus verdades eternas,
tus solemnes halagos
me hacen estremecer
en un Cáucaso de dudas.
 
Tu perfecto desaliento
acompaña la incertidumbre
de saber que no estoy sola.
 
Que envuelto en la nada
no llego a la balanza.
La balanza de verte desnudo,
despojado de tu careta.
 


 
 
XVI
 
 
Sitúas la leyenda:
la de los pájaros envueltos
en un viejo vuelo
camino a sus saberes.
 
Nos envuelven las mandrágoras
calcinadas de un sueño,
titubeantes de un todo.
 
Ahora tiemblas en la bahía,
tu acalorado y tenebroso junco
se esclarece en el tiempo.
 
Brillas con un brillo pulido
que destella en un faro
a través de sus rayos.
 
 
 

XVII
 
Condenados al olvido
que emerge cauteloso,
los bienes se esconden
en un mar de penas.
 
Veo tu rostro que,
señalado de heridas, 
turba la sedienta paz
en su remoto presente.
 
En el cauce piadoso
de su enmascarada ausencia
se perturba la sed
con inmortales sueños.
 
 
 
 
VUELVO A ESTE MUNDO
 
Regreso de mi propia batalla:
esa lucha imperdonable
hacia un mundo real;
delirios dejan atrás
su letal cordura.
 
Nubes envueltas de suicidio;
lamentos de un ayer,
visitas y retornos pasajeros
de comunes palabras.
 
Arrojadas a las manos
del destino, comulgo
en mi propio exilio
en este volcán de palabras.
 
Sólo quedan palabras...
 
 
 
 
 
 
PRESIENTO...
 
Presiento en la oscuridad
las humedades del aire
que, acompañando a la luna,
adornan todo el paisaje.
 
Antes fui vaso de barro,
ahora de fría plata;
hoy mis venas, sin perfume,
son ríos quietos, sin agua.