Nombre: Feliciano Mejía Hidalgo
Lugar de nacimiento: Abancay, Apurímac, Perú
Residencia actual: Lima, Perú
Miembro desde: 03/10/2013


Poemas incluidos en esta página:              
                - Marisma.
          - 
Verísimo: Ineluctable - Verísimo: Taxativo.
                - Roedores:
                - Reflejo.
      - Huida.
Perstinacia.
Anciano
Algalia.
Sonaja: La razón a ti debida.
Rito.
Girándula.
Ganglioma.
Caldera
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MARISMA

 
Reluciente sus gemas en el fondo
de los ojos opacados, la agalla ardida,
la cola eléctrica
en la asfixia,
y la náusea...
cuando empieza el ronronear
de la mosca funérea: ello
bañado por el aire recalentado
entre el vaivén monocorde de las aguas
eternas y solas como tumbas de hielo.
 
En el confín de la bruma,
el sol urticante oculta su amaranto
y punza el violado retintín del silencio.
 
En las arenas
aún palpita imperceptible el tieso impulso
postrero osando...osando...os...
 
 
 
 
 
VERÍSIMO: INELUCTABLE
VERÍSIMO: TAXATIVO
 
II
 
En el haz de ahora
es demasiada larga la Noche:
tiene un sabor de rutina;
estira sus tendones
como una fiera
que se mordiera el corazón.
 
La Noche frota su herida
atravesando las horas
y se arrodilla
en medio del alba gris.
 
 
 
 
ROEDORES
 
I. REFLEJO
 
Brilla en la penumbra
el vellón
            de sus orejas:
un chispazo
     de rubíes en la noche
     los ojos de la bestia
que rae la fetidez salobre.
 
Suenan sus uñas en los entarimados,
suenan sus vísceras
                 de hambre
                 o saciedad,
suena en su garganta
                    chillidos de escalpelos.
 
Y brilla, en el siseo del vicherío,
su pelaje de nieve.
 
 
 
 
II. HUIDA
 
Rosa su trompa cainita
y su lengua de lija.
 
Tensos brulotes sus testículos
y su sombra amarilla.
 
La noche de motores
y de caños fumantes
hamaca a ras de calle
su cemento de peste.
 
Y en el tiempo que pasa
campante repasa
el olor de sus flatos.
 
 
 
 
III. PERSTINACIA
 
Eléctrico zig-zag
centellea en segundos
bajo los trapos húmedos
de los rincones:
va como un dedo de felino,
preñado, el animal;
va con un copo de brea
diluyéndose en el erial.
 
Como un dolor de dientes,
como un dolor en el extremo del grito,
como una amenaza
saturnal...
 
 
 
 
ANCIANO
 
Malva, el mal entre las hendrijas de tu cara.
Oh, ardido humúnculo de silbo agrio, tienes en tu paso la lentor del dolor de los que van a morir.
Todo dice que el aire se te hace más delgado, aldehído.
Tú sientes que tu sombra se acurruca, y que todos tus sueños sólo son edemas de polvo y cáusticos ademanes que puntúan tu descenso.
Gangueas, prieto y testarudo, como si la opuesta palabra a la tuya, fuera un reto o un capricho contra tu encorvada voluntad.
Duelen tus arterias taponadas y tus huesos quebradizos y tu atosigado murmurar, cuando respiras el doloroso aire que casi ya no llena tus flácidos pulmones.
Una sombra malva en tus ojeras y en la ríspida mueca de tu risa.
Pero vives: eso es mucho y un milagro invaluable.
 
 
 
 
ALGALIA
 
En parpadeos de nonata, caliente en la penumbra de la matriz, acurrucada, solemne, hierática, duermes.
Como si un alcohol recalentado se insuflara en tus arterias, desabotonando las compuertas de tus neuronas, aprietas tus manos, sonríes y paladeas tu saliva de adolescente engreída;
eres el ronroneo de tus acompasados pulmones, copo de algodón sumido en las tenues colinas de las sábanas.
Ya mañana verás al cielo hacerse cóncavo garfio bajo el negro tropel de las nubes planas.
Entonces, la palabra, cada una, escapada de tu boca, se hará una encendida gota de gasolina; y tus índices, buriles apuntando al ojo tembloroso del insomne.
Yo te veré de entre la bruma y sonreiré cuando llegue a tu lado...
 
 
 
 
SONAJA: LA RAZÓN A TI DEBIDA
 
Para el tintinear de mis tiroriros, no es sólo necesario el viento.
Gota de cristal irisado batiendo en el vacío del firmamento, seré, si no hay, al fondo, el candil de tu respuesta.
Yo no mascullaré contra el ruido, contra el poder de la lepra redentora.
Mi quimera tiene el peso taxativo de lo real.
Soy, tú sabes, desde siempre, el rubor de la herida, el dolor de la parición y el picor de la alegría.
Por ello no cabe en mis pasos el hórrido retumbar de canicas en los cráneos resecos.
Sábelo.
Para que yo exista
y mi flecha tenga dirección,
y punta mi cuchillo;
necesito de tu rostro, de tu hora y la fuerza de tu brazo.
 
 
 
 
RITO
 
Metrónomo, aguzo el romo trasfondo de estas horas y palpo el contorno irritado de la herida donde duermen las belicosas larvas que atosigan y marchitan los segundos.
El ríspido chirriar de lija en mis axilas, la bola del eructo acogotando el latido, la gélida caricia del veneno en las papilas, apelotonadas en un sueño y un suspiro; trancan mis canas y raspan las aristas de mi risa, cerrando la lóbrega tapa de este catafalco de cieno donde sumido, grito como una hiena, desde el borde de la eternidad.
Pero, diario, cojo los acuchillados retazos de mi sombra, les doy una palmada entre los hombros
y les mascullo que debemos caminar...
 
 
 
 
GIRÁNDULA
 
Carbón silente,   bajo la áspera quietud, esperas que la ventisca lave tus eccemas
y el moho, que escuece tus huesos, se seque al chamuscante sol de esta pradera.
Entonces, por tus diminutos poros correrá el ruido como un trueno,
la pátina de metal que tapona tu médula se resquebrajará con un craquido de tierra pariendo,
y, como salta el pez en la quieta superficie del lago, como salta el géiser o la lava entre los humos sulfurados,  saldrán
tu regodeante grito,
tu encolerizada dulzura
y tu oleado placer.
Todo tú serás, entonces, un petardo en el hueco de la piedra, la corona de pólvora coloreada esplendiendo su hongo de luz iridiscente en el plano cielo de la noche, y la  acerada punta del  puñal.
Todo tú serás tú.
Yo sólo puedo decirte: cuida el romo borbollar de tus raíces y persiste, esperando.
La paciencia es y será siempre la clave de tu ignorado destino.
 
 
 
 
GANGLIOMA
 
Negra es la espuma en la gruta del féretro.
Mientras la mujer que bebe alcohol se postra, su sombra ríe, aplastando lo que queda de su roto perfil. Pero nada se mueve entre sus venas.
Afuera, los bóvidos rumian su diaria ración, con ojos lacrimales. Parecen ásperos recuerdos remasticados, en cada tiritación de sus mandíbulas y en cada chisgueteo de sus colas contra los insectos.
Afuera, una mascarada de sol repleta el aire.
Afuera, la plétora de las vides u olmos agitando su savia.
Pero ahí, donde la agria mujer se niega a llorar, horrible, como un pan sucio, está la nube de tizne que se cierne para siempre sobre el laqueado ataúd.
 
 
 
 
CALDERA
 
Para cuando tu cuerpo se tienda en su mausoleo: digo, en su lienzo, en su agreste despeñadero, en el pesado aire de la cama rodeada de humores y miradas lánguidas, en el presto dolor de rayo atravesando el centro del pecho; no habrá  ya forma de sonreír o aparentar disculpas.
Toda será una angustia de monstruos; o quizá  un lento sueño y una paz de oscuridad, en el dintel donde comienza la eternidad.
Entonces,  ¿de qué valdrán los gritos? ¿De qué el querer reparar una herida de años con el carmín de un rezo o una sonrisa?
Para cuando ese instante, la augusta máquina estará parada y el frío dará  su primer pasito para decir adiós a la combustión que no cesaba...

 

 


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