Nombre: Dina Luz Pardo Olaya
Lugar de nacimiento: San Marcos, Sucre, Colombia
Residencia actual: Barranquilla, Colombia
Miembro desde: 06/02/2014


Poemas incluidos en esta página:        
      
                  - Pazdemia.
          - ¡Novayas a la guerra, no vayas!
                   - Tregua.
                - Raíces. 
                - Caricias ancestrales.    
                - Mujer caribe.
      - Brutal.
- Polvo.
- No soy quien extrajo la sal del mar.
      - Certeza
- Mango biche con sal
.
- Concierto sobre el fuego.
-
 Al ritmo Cha Cha Chá de la cebolla.
      - La receta de hoy.
- Después de un toque a la puerta, mote de queso - cuatro quesos
.

- Es el tiempo.
      - Florece el océano ante nuestros ojos
      - Ya no hay fuego en la hornilla de la abuela.
- Una madre más ha quedado sin su hija.
- El lamento de un acordeón
.
- Me dueles tanto amor
.
- Se me quedó un pedazo de mar en las entrañas
.
      
      
   
    
 



 

PAZDEMIA

Sin camuflajes, 
botas 
ni armas de fuego,
sin fronteras, 
nacionalidades 
ni Estados,
sin políticas públicas, 
económicas, 
o sociales,
                   he aquí mi cuerpo, 
                     reinventando 
                      en el amor
                        otras formas 
                          de hacer la paz
                            contigo.

 

 

¡NO VAYAS A LA GUERRA, NO VAYAS! 

No vayas a la guerra, corazón,
que en la hora azul me sorprendan
tus besos de dulces fusilamientos
para un renacer en paz.
 
No te vistas de guerra,
más bellas son tu piel y alma, desnudas,
con las que exploro un pedazo de tierra
que lucha por la emancipación.
 
No vayas a territorios de sangre y dolor,
habitémonos y seamos paz,
combatiente mío.
 
Aférrate a mis manos
e icemos la bandera
después de la “toma” al amanecer
de esta república “independiente”
que grita libertad.
 
¡No vayas a la guerra, no vayas!
 
 
 
 
 
TREGUA
 
Esta dulce tregua se desliza por mi lengua
habla de sudores, desafíos, entregas,
de su entrepierna y la mía
con el goce de la primera noche.
 
Esta dulce tregua fluye
por la orilla más delgada de mis cosquillas.
Habla de luciérnagas en cada vello asomado
en el fuego de los vientres
y de brillo acompasado en los ojos 
después de que el amor nos hizo
entre negociaciones y quebrantos.
 
Esta no es una tregua donde la paz
se compra sin receta
ante un pueblo que llora
en pandémico estado del alma,
que teme saltar del parapente,
tomar las armas del conocimiento
y ser partícipe en la sociedad.
 
Esta es una tregua entre territorios amados,
donde emergen mil batallas cada madrugada
aunque proclamen el cese al fuego
en las cuerdas de los corazones que vibran a reventar.
 
Tregua, dulce tregua,
saltando del parapente
apuntando a este estado tan nuestro,
tan de lloro y de contento,
en PAZ.
 
 
 

 

RAÍCES
 
En la hora azul de una mañana
con arreboles nacientes en las nubes,
el Creador de un rayo de sol biche 
coquetea,
abraza
y apapacha.
 
Desde la ventana
con vista al río y al mar, 

una mujer Caribe va.
 
Va con un reloj sin tiempo
diciendo indígena soy,
con sus pómulos de certezas
y el maíz tierno que la acaricia.
 
Una mujer Caribe va.
 
Va con el borde de sus labios delineados por el cacao
y sus trenzas que guardan
el aroma del café de la sierra.
 
Una mujer Caribe
 
Con su sonrisa y desparpajo al hablar,
con mirada de alas agitadas 
y puños de tierra arrojados al mar,
va orgullosa de sus raíces.

 

 

 

CARICIAS ANCESTRALES
 
Los ancestros de las manos que te acarician
arrancaron de la tierra la yuca harinosa
que puse en tu plato tantas veces.
 
Las raíces de los labios que te besan
tienen el sabor de la sabana
sembrando soles Caribes en tu boca.
 
Si adviertes que hay rasgos de negra
en esta indígena, 
no te equivocas.
La noche en mi piel
tiene huellas de látigos y grilletes,
de tambores y maracas
que envuelven mi alma noble.
 
Las que me antecedieron
que soy yo, también,
tejieron con sus manos
más que caña de flecha,
amamantaron con sus pechos
la extensión de mi raza
y sus pies se llenaron de barro
por las calles destapadas de mi pueblo.
 
Cuando me besas,
besas lo que soy y lo que heredé de sus besos
cuando te acaricio,
quedan rastros en tu piel de mis raíces.
 
En mí la estirpe indígena y negra,
y de aquél que llegó del Viejo Mundo
a emparentar con nuestra raza.
 

 

 

MUJER CARIBE
 
Declaro en secreto y en público,
de frente al mar
con la mirada puesta en la vida,
que soy mujer Caribe
de vientre como  los arrecifes,
de  sueños embadurnados
con la bruma del mar,
de pudores con castillos resguardados
y en mis cuencas
una república independiente
que contempla mi hoy.
 
Mujer Caribe,
de aliento dulce y fresco
como el agua de los cocoteros,
con el ébano fundido en el color de mis ojos
y en la ola de mis cabellos,
palmeras que se mecen y juegan con el viento.
 
Soy Caribe porque soy mar,
Caribe que circunda con el río,
costeña y ribereña, ribereña y costeña.
 
Gaita, guacharaca, flauta de millo
y un tambor de cumbia a mis oídos.
brisa, piel, caricias de olas y arena.
 
sal, sal, sal,…
mar, mar, mar.
Soy Caribe y punto.
 
 

 

BRUTAL
 
La niña vio
cómo su padre
convirtió
la sangre
de su madre
en extensiones
de su cabello.
 
 
 
 
POLVO
 
Somos más que el polvo
que usamos para maquillamos
y aparentar un mejor rostro,
más que la polvareda
levantada a nuestro paso, 
el que sacudimos del cristal de la sala,
el que cubrirá el cuerpo
cuando el alma trascienda.
 
Polvo que se ufana de grandeza,
polvo con ínfulas elitista,
polvo pintado de blanco, de negro,
sólo apariencia que se esfuma con el viento.
 
Polvo molido, sólo polvo molido,
sin picante, sin aroma a canela,
sin sabor a guasca.
Polvo espolvoreado y confundido
entre millones que comparten
el mismo lecho de tierra,
la misma ducha-lluvia filosa,
el mismo mar y río que nos lleva
 en su caudal,
la misma tierra que sepulta
 
Sólo un soplo y seremos menos que polvo.
Partículas rodantes e insignificantes,
menos que náufrago en el centro del océano,
menos que el gusano que comerá nuestros cuerpos.
 
Sólo nada que a la nada hemos de regresar.
 
 

 

 
NO SOY QUIEN EXTRAJO LA SAL DEL MAR
 
No soy quien extrajo la sal del mar
y la dejó en tus ojos, 
no soy quien le puso filo
a la cola del barrilete
y cortapluma al viento,
soy la que yace en el océano
de mis ojos desnudos,
vestida de amanecer en tus brazos.
 
Intentemos volar en este cielo
profundo de la noche,
dancemos al ritmo
de olas de viento,
donde el mar es más que sal
en tus heridas.
 
Yo soy mar,
mas no el agua salobre de tus ojos
que el ayer hizo correr en ti.
 
 
 
 
CERTEZA
 
Esto de comerte
mi lápiz labial
a punta de besos
hasta encontrar
la capa más fina de mis labios
y la miel de mi lengua,
no es canjeable.

 

 

MANGO BICHE CON SAL
 
Mango biche con sal,
limón y pimienta,
para sanar la herida
en mi boca
mientras llegan
tus besos,
otra vez.
 
 
 
 
CONCIERTO SOBRE EL FUEGO
 
Me insinué ante ti
desde antes que encendieras el fuego.
Habías irrigado algunos aceites sobre mi piel.
Escogí una que otra especia que me perfumara
y le esparcí picante
a esta parte de mí que tu fuego consumiría.
 
Me posé sobre ti, fuego del sábado,
el concierto de final de semana había comenzado,
nacía la simetría exacta de la cocción.
En ese término,
oía la quinta sinfonía de Beethoven
mientras me fundía en tu fuego,
veía ángeles vestidos de humo
mientras hacía ondear mi pelvis
y sentía dentro de la piel
mi alma sublimándose con la tuya
mientras me desgarraba en gemidos.
Era más que mi carne, era más que tu fuego,
éramos almas como sustancias que se desprenden
de la materia para hacerse inmensurables.
 
Y fui viendo mi cuerpo agridulce
con el dulce de tus besos.
Toda mi piel glaseada con tus sudores.
Sí, era mi piel de color avellanado
que tu fuego precisó en la finura del paladar.
Fueron más que insinuaciones sobre el fuego,
más que un concierto sobre la sartén.
Me posé sobre tu brasa nocturna,
penetré tu corazón -entonces mío-
y me supe amada.
 
Vendrán otros sábados, y otras noches.
En ese tiempo,
estaré salpimentada, saborizada y sazonada,
justo para alojarme en ti,
¡y que suene el concierto otra vez!

 

 

 

AL RITMO CHA CHA CHÁ DE LA CEBOLLA
 
La  lumbre alta recibió de golpe a la sartén
y ésta al aceite
y el aceite a la cebolla en juliana.
¡Cómo cantó la cebolla!
En un crujir que se alargó en repetidas eses
puso a bailar mi boca
e imitarla suavecito y apretadito.
Bailaron mis labios,
se juntaron al sonido de consonantes
se abrieron al sonido de vocales
y otras con el ritmo del cha cha chá de la cebolla
al soltar sus jugos y aroma.
 
Él me observaba y de a poco se acercó.
Yo le dije que esperara,
que no rozara mis pechos
adormitados mientras cocinaba,
que las medidas de protección a la vista
no garantizaban nuestra seguridad.
Él insistió en encontrar
las dos temperaturas de la afinación
en medio de la cocción.
La cebolla siguió su crujir caramelizado,
su escarcha dejó de ser blanca
para tomar el color de mi piel morena
y después el de mis pezones
que pronunciaban su nombre en puntada.
 
Le dije en silencio
ven, no tengas miedo a los fuegos.
Le dije con voz de desespero
¡Aléjate!, podríamos resultar
con quemaduras de tercer grado.
 
Él me dijo con sus ojos de agua
y su nariz enrojecida por los olores,
que podíamos seguir bailando
al ritmo cha cha chá del sofreír de la cebolla,
uno, dos cha cha chá
un-dos-tres.
Otra vez,
Uno, dos cha, cha chá
un-dos-tres.
Yo le dije, él me dijo, nos dijimos,
de nada importaron las palabras.
Al final… la cebolla se quemó
y nosotros también.

 

 

 

LA RECETA DE HOY
 
La cocina  esperó por mí
para hacer de ti mi mejor receta.
 
Adobé tu piel con dulce fragancia de naranja,
le puse la sazón de mis manos
y a los olivos le extraje su opulento aceite,
para que el roce fuera fluido, suave, armonioso.
 
Tras mezclar y entremezclar,
quedaron residuos en mis uñas,
se me empotró algo de ti,
así que lamí uno a uno mis dedos,
para que tu amor no sólo me entrara
por tus besos, tus caricias y tu sexo.
 
El vino,
el vino lo caté de tu sonrisa
que me dejó un halo de entrega total,
de una cosecha que hoy ya no existe,
que me embriagó al brasearte en tus propios jugos.
 
Todo estuvo dispuesto.
Te cociné a la temperatura exacta de mi cuerpo,
de mi vientre.
Probé y supe que mi plato era perfecto,
exquisito, para repetir.
 

 

 

DESPUÉS DE UN TOQUE A LA PUERTA, MOTE DE QUESO –CUATRO QUESOS-
 
Este no es un mote convencional, ni el original de mi tierra.
Es un plato evolucionado, algo gourmet, casi crema, mi receta.
 
La brisa aún no traía los olores de mi amado.
El ñame ya desecho y fundido tras mi meneo constante,
el mote de queso estaba casi listo.
Le agregué el sofrito de ajo y cebolla,
queso criollo y queso crema.
La brisa aún no daba visos de su pronta llegada.
Desprevenida rallaba queso mozzarella,
cuando su respirar se prendió
en el lóbulo de mis emociones.
Ahí estaba él, tras de mí,
confabulado con la brisa tras un toque tardío a la puerta.
Sus labios recorriendo mi cuello,
como si condujera por la vía al mar, pero sin prisa,
toda la vía era suya.
Al rozar mi pecho, ¡vaya!,
el queso salió volando de mis manos
y los dedos se me incrustaron en el rallador,
entonces ya no era queso sino dedos rallados.
Dolió, ardió, escandalizó un poco.
Tomé dos platos, serví el mote,
le esparcí mozzarella, crema de leche
y queso parmesano.
Plato terminado.
Pero él continuó en mi búsqueda
y sólo en mi vientre palpé el fuego de sus manos,
me olvidé de todo, dejé de lado el mote,
di la vuelta, lo miré a los ojos, me prendí sobre él.
De repente, rompió el silencio para decir:
 
           -¡No, mi amor!,
           primero el mote de queso,
           luego continuamos con la faena
           que apenas comienza-.
 
 
 
 
ES EL TIEMPO…
 
Es el momento para perderme
entre los hilos de la noche
que se tejieron en tu pecho
y en los restos de sal que el mar absorbió en ti.
 
Digo que el fondo tiene una forma diferente
y que la forma no tiene fondo,
digo que eres tú aunque sólo escriba tu nombre,
que sé de ti por la cadencia de tu risa
que te conozco por el cristal de tus ojos.
 
No es descabellado presentirte
en el delfín que sonríe y lanza besos,
en el pulpo que me abraza con sus tentáculos,
en serpentinas de  peces plateados
besándome los muslos,
en las algas que me revelan
tus misterios indescifrables
o en un viento de puntillas
que danza debajo de mis faldas
formando olas inhóspitas.
 
Es tiempo de zarpar tu barco en mi océano.
Una palmera mece sus ramas,
los patos se espantan y emigran,
el gorjeo sostenido de golondrinas
forma ecos en el mar,
ante un sol que se abre en pétalos de fuego
y arroja fragancias de un día maduro.
 
Es tiempo de zarpar,
no esperes que suba la marea de tarde,
porque la noche se avecina
y cambian los tiempos
y cambian los fuegos
y cambia mi fuego.
     
 
 
 
 
FLORECE EL OCÉANO ANTE NUESTROS OJOS
 
El océano guarda en su fondo
historias y cantos de ultratumba,
lleva consigo el lastre de invasores,
destructores de su estado acaecido.
También guarda secretos.
 
Si este tiempo no fuera tiempo
si este espacio fuera siempre nuestro espacio,
tan solo para fundirme en tu piel
y amarte sin desespero
al compás de estas horas
que acechan la noche.
 
El océano con su vientre profundo nos habita,
dilata su cerviz no una
si no diez oleajes por segundos
y prepara el nacimiento
para tus besos de sal y mis ojos de ternura,
que irrumpen en la gruta de una ola
como si jamás hubiésemos amado
y otras vidas nos hubieran poseído.
 
Ahora estamos limpios,
florece el océano ante nuestros ojos,
el secreto ha sido revelado.
 
 
 
 
 
YA NO HAY FUEGO EN LA HORNILLA DE LA ABUELA 
 
Mamá llora. 
Cascada de imágenes de mi abuela, 
ha bañado su rostro. 
Percibe el olor a pueblo 
adherido a su piel; 
alrededor de una tiznada olla 
sobre la hornilla encendida,
recuerda cómo desprendía 
el aroma de sus guisos.
Al terminar de cocinar,
arrojaba a la lumbre peticiones 
al Todo Poderoso,
espirales de humo ascendían al cielo 
como fragante incienso.

Las piedras rústicas
y corroídas de la hornilla,
aún están calientes, 
pero ya no hay fuego.
Sólo tizones calcinados 
que sueltan volutas de humo.
Perdió frescura el café 
que se tomaba en las tardes,
para escuchar sus cuentos 
de terror y de risa.

Ya no está la vieja casa 
de palma y bahareque,
ni los taburetes donde 
se pescaba más de un sueño,
ni la tinaja donde se tomaba agua, 
siempre fresca y dulce.
Ya no hay yuca por desenterrar 
en el patio de la abuela.

Mamá sigue soplando 
cada astilla de roble seco,
no hay fuego, su madre ya no está,
con ella murió el árbol de canelo 
que al amanecer esparcía 
su esencia de refinada especia.

Sobre la hornilla caen como briznas,
hojas secas del canelo, de los nísperos
y el rocío constante de mañanas
que terminan ahogándonos 
en inviernos apresurados.

La hornilla ya no tiene fuego, 
sólo un halo de humo
donde siguen desprendiéndose
las peticiones de mi abuela
al Todo Poderoso.
 
 
 
 
UNA MADRE MÁS HA QUEDADO SIN SU HIJA
 
Una madre más 
ha quedado sin su hija.
Una madre más llora por la partida
no esperada de lo amado.

En las montañas,
las madres pierden a sus hijos en la guerra,
sangrientas son sus muertes,
En la ciudad, los pierden en las calles,
¡incomprensible muchas veces!

Yo, yo la perdí en un cuarto de hospital.
Muchas madres pierden a sus pequeños
en un cuarto de hospital.

Madres que lloran en silencio,
que se rasgan el alma todas las noches,
que luchan con el día 
para ser implacables consigo mismas.
Muchas madres lloran 
junto a la tumba de sus hijos,
¡yo, yo la lloro en mi piel, 
en mi cama y mi ser!

Yo no lo imagino, ¡lo sé!
no hay nada más maravilloso que ser madre.
Yo no lo imagino, lo sé
no hay dolor más grande que dejar de serlo.

Una madre más ha quedado sin su hija.
 
 
 
 
 
 EL LAMENTO DE UN ACORDEÓN
                                          
A ti Camila y a tu canto niña, que reposa junto al acordeón.

El lamento viene con el viento  
vestido de acordeón 
y llora cada nota en reposo 
o cuando se estremece el corazón. 

¡Ay!, cómo llora el acordeón en sus manos, 
se turba la noche, se enfada el día 
y la montaña pierde su equilibrio. 
Es un eco tan sublime 
que viene de los confines del mar. 

Cada melodía es una historia, 
esta historia, una lágrima 
y cada lágrima un hueco en el corazón. 
¡Ay, corazón!, 
corazón de mis silencios y mis alientos 
reposados en la gaviota del adiós. 

Dolió tu partida  al son del tambor, 
del wiro,  la caja y la armónica. 
Ellos, junto al acordeón de tus sueños, 
guardan un espacio que esparce 
tu esencia en mi memoria. 

Yo sin ti, yo sin ti soy 
lo que este acordeón es 
sin el viento de tus besos. 

¡Ay! Cómo llora el acordeón 
sin tus manos
sin tu canto.
 
 
 
 
 
ME DUELES TANTO AMOR

¡Me duelen las palomas que se espantan 
en cada llegada de tu recuerdo, 
me duele la tarde acaecida  
que se derrama en mis lágrimas; 
me duelen las cuerdas rotas de mis suspiros 
cuando abrazo tu presencia ida. 

Mi alma en duelo sabe 
que no hay forma ni fondo 
para sacarle este dolor afilado al corazón. 
¡Lo acepto! 
Esta herida sólo sanará 
cuando el “sol brille siete veces más que hoy” 
y “el mar sea de cristal”. 

 
Hoy aquí, amor, 
¡me dueles tanto!
 
 
 
 
 
SE ME QUEDÓ UN PEDAZO DE MAR EN LAS ENTRAÑAS
 
Se me quedó un pedazo de mar en las entrañas, 
desde que llegaste como viento apacible. 
Las olas se ensalzaron con tu presencia 
y la bruma se tendió para esperarte. 

Se quedó el mar enraizado en la mente 
no dejo de pensar en las olas, 
ni bañarme con la tarde cuando el sol se despide, 
en medio de las sombras de alta mar. 

Se me quedó la vida alojada en las costas, 
con el sonido de caracolas y el canto de gaviotas, 
mientras un pedazo de mar 
reventó la fuente de mis entrañas 
y desbocó en un largo río, 
que me abrazó en su caudal 
y me llevó mar adentro.
 
 

webmaster: soydelfrater@hotmail.com