Nombre: Grover González
Lugar de nacimiento: Cajamarca, Perú
Residencia actual: Lima, Perú
Miembro desde: 08/05/2014


Poemas incluidos en esta página:        
      
                 - SEÑORA DE CAO.
         - GERMINACIÓN DEL CANTO.
              - VÉRTIGO.
              - PINÁCULO.
     - DESHIELO.
- SINO.
- ARJÉ. 

- PRELUDIO.
- ¿QUIÉN SE DESNUDA TAN DEPRISA EN ESTE SUEÑO?
.
- ALAS DEL VÉRTIGO
.
- PIEL / MARIPOSAS EN CALMA
.
-
 LA ESTELA DEL SUEÑO (BAJO LA ESFINGE, TUTMOSIS IV, 1,400 AC).
-
UN POEMA NO SIRVE PARA ENAMORAR A UNA MUCHACHA  .
LA REALIDAD ES MÁS LEVE QUE LAS SOMBRAS 
.
- INUNDAR LA NOCHE EN LA SANGRE DE LOS ASTROS.
BAJO LA OSCURIDAD DE LAS ESTRELLAS.
.
.

 


 
 
 
SEÑORA DE CAO
 
Impenetrable
es la armadura de cinabrio que ciñe
los confines tatuados de mis etéreos despojos.
 
Al ser desenterrada,
mi hueca mirada se ahonda aún más
debajo del fulgor de las gemas que me envuelven
absorbiendo la luz de luciérnagas y pájaros.
 
Arañas consteladas se liberan de mi piel,
cercenando ensueños de serpientes lapislázuli
transcurridos entre montañas de vísceras y cráneos.
 
Cuando fui sacrificada,
la muchedumbre demandó
que mi corazón fuera extirpado,
y luego de ser expuesto al Sol
causó el regocijo de siderales impostores,
mas el torrente turquesa de mi sangre
fertilizó la tierra humeante y las ardientes sombras;
inundando la sangrienta respiración de mis captores
y sus insensatos dioses.
La marea finalmente cesó:
en los mares se avistaron distantes metamorfosis:
ningún Spondylus
fue hallado por muchos años en nuestras costas:
las gargantas de los nobles guerreros
se hundían en las arenas
sin que se obtuviera algo más
que algunas lagartijas secas;
hasta que la gente abandonó las desoladas aldeas,
desdeñando las fauces de los antiguos dioses.
 
Ahora, una profanación aún mayor se ha consumado:
tus ojos, cautivas esmeraldas,
han ignorado mi espléndido ajuar
reverberándose como trémulas praderas
en mis dichosos escombros:
de la penumbra emergerán
miríadas de voraces esporas que consumirán
la humedad de litorales y espejismos;
el fuego virtuoso que aún persiste
en las entrañas de los sepultados:
experimentarás la fortaleza del cinabrio,
la asombrosa ubicuidad del pensamiento milenario.
No eludas los vestigios sangrantes
del desenfreno planetario.
Nadie teme mi retorno:
soy tan solo una polvareda atrapada
en esta dormida pirámide sin amo.
No rehúyas
esta mortífera sustancia que aparta
despiadadas bacterias,
al mundo entero de mis restos fastuosos;
rehenes de un ignoto manantial,
oasis tan fugaz
como el inesperado recodo de tu lengua
serpenteando sobre mis resecos labios.
 
 
 
 
GERMINACIÓN DEL CANTO
 
Tus murmullos
                         perpetúan palabras
sueños
            que en mis sueños naufragan
 
Nuestras palabras enmudecen
copulan
              pueblan estériles playas
 
Sus susurros estremecen horizontes azules
sombrías montañas
 
Delira la Luna si centellean las palabras
si arquean la noche
 
                                 petrificada crisálida
Bullen en bandadas
                                 luciérnagas
 
                        que agujeran la penumbra
donde nuestros cuerpos extasiados encallan
 
Musitan las sirenas
voces atizando la voluptuosidad de las aguas
 
 
 
 
VÉRTIGO
 
Hay cuerpos que desnudan
sus colores imperfectos,
la tierra que los perpetúa
bajo el prolífico firmamento.
 
Hay pieles que bifurcan
árboles eternos;
melodías fantasmales,
constelaciones diseminadas en el hielo.
 
Existen voces que irradian
aves arrancadas a los lienzos;
ecos de flores azules,
fósiles engendrados por el fuego:
auroras donde astros
se vuelven vórtices de avernos.
 
¿Podría haber algo más incierto
que las palabras pronunciadas
como miríadas de insectos?
 
No en vano se presencian flamas,
cardúmenes fieros;
el tiritar de cometas sobre abismos,
voluptuosidad atrapada en truenos.
 
Nada se podría advertir entonces,
salvo un reverdecer ubérrimo:
hemos de sucumbir durante la noche
eclipsados por nuestros propios sueños.
 
 
 
 
PINÁCULO
 
¿Hasta dónde
se extiende tu cuerpo?
¿Fluctúan los árboles
cuando modulan el silencio?
 
Sé que nada se estremece
si permanecemos despiertos;
que las aguas vuelven azules
aunque se extravíen
en agrestes desfiladeros;
pero tu piel de nubes
podría delinear
mi corazón
atrapado en espejos,
reunir las innumerables
extremidades del viento:
plumas pesadas,
reflejos de espadas
nos apartan del trueno:
estampidas de estrellas
surcan este bosque de pétalos;
fogonazos de cielo,
huellas de piélagos
bifurcan
enceguecidos senderos
que luego concluyen
donde tu carne
y mi carne
han erigido su reino.
 
 
 
 
DESHIELO
 
Mi sangre ahogaría mariposas
escapadas de súbitos reinos,
pigmentaría nubes crecidas
sobre colinas y ensueños,
mas la calma se habrá de posar
en este nido perpetuo:
la mente fluye,
maraña incesante
bajo cielos concéntricos;
pálida tierra
poblada de feraces avernos:
esferas azules
combaten desde el inicio del tiempo,
media lunas,
hemisferios y corazones
desgarrados del fuego:
no hay más dios
que el que habita la carne
y se regocija en mi cuerpo,
no hay más luz
que la que ya se cierne
sobre laberínticos huesos:
el mundo gira
excavando cauces
surcados por colores fieros,
la tormenta no ha de cesar
si no despiertan todos sus vientos.
 
 
 
 
SINO
 
Acrisolar el cielo
al eclipsar tu cuerpo:
caricia insomne,
unánime sendero.
 
Purificar la noche,
el furor
que impulsa nuestros huesos:
una flama despierta,
un crepúsculo enmudece;
tu piel oscila
entre alboradas
y níveos destellos:
desnudez
cosechada como jardín
crecido en confines etéreos:
mi ceguera serpentea
sin límites ni consuelo:
oscuro es el ámbar
que nos fosiliza los sueños.
 
 
 
 
ARJÉ
 
Persistes,
ubérrima espuma;
tu aliento emancipa
                                ramajes
en un perenne
rodar sin lunas:
si te yergues
sobre
ígneas dunas,
la noche izará
sus anclajes,
lejanías luminosas
y turbias;
si horadas
las aguas profundas,
el alba
se eternizará
en oleajes brumosos,
puñado de aves fecundas.
 
 
PRELUDIO
 
 
El sueño empaña espejos de flores,
paisajes de pájaros:
el mundo ha de flotar sin embargo;
a la deriva como el cadáver
que hemos arrojado al fango:
¿Cómo estar solo si aún me hundo
en el fulgor de los astros?
¿Despegar sin más alas que mis propias manos?
 
La noche habita las sombras
que se aferran a tu piel de garzas sobre un lago;
nos observa y se pregunta por qué un corazón
ha de esfumarse como una gota de fuego
en las olas del pasado:
olvidemos la niebla, los tonos azules del oasis
que jamás abandonamos:
no habrá temor al rodar, al oír los gritos
que ensordecen acantilados;
porque nada persiste salvo las advertencias de Heráclito;
y hasta la muerte ha de acabar
como cualquier ser humano:
en sus sueños titubea, recuerda también;
su luz está envejeciendo desde el primer paso.
 
 
 
 
¿QUIÉN SE DESNUDA TAN DEPRISA EN ESTE SUEÑO?
 
 
Estoy solo como el fuego;
mi sangre sube, brama río arriba,
bulle en el cenit que jamás hubiera divisado 
desde el foso de donde provengo:
sé que el camino se prolonga,
se dilata como una parturienta 
ante el dolor que desprende 
cada uno de sus huesos:
mi corazón se ha de agrietar
pero nadie vendrá a mi encuentro:
estoy ciego como el fuego que desvela
la carne de las sombras,
los vestigios del silencio:
una estrella se despoja del fulgor
que impulsaba los vientos;
un hombre se despierta,
contempla una oruga en sus manos,
recuerda la piel que solía albergar su cuerpo:
respira como un recién nacido
hallado en la profundidad de los sueños.
 
 
 
 
ALAS DEL VÉRTIGO
 
 
Algo más que furor
perpetúa el verano:
acaso la noche anida en tus labios:
palabras y astros iluminan mis pasos:
me acerco hacia ti,
la Luna incinera su canto:
habré de horadar ensenadas y ocasos;
estrellas sombrías engendran libélulas,
sombras de mármol:
navego hacia ti entre sierpes y llanto:
fulmina mis ojos
la desnudez del relámpago:
en ti resplandezco
como un cielo sobre dos lagos;
en ti se zambullen incontables pájaros:
eres el grito que sueña a mi cuerpo alado,
el eco que pronuncia una vez más
la plegaria de nuestros antepasados.
 
 
 
 
PIEL / MARIPOSAS EN CALMA
 
 
Piel,
murmullo en el agua;
fulgor de un eclipse
que todo lo abarca:
el viento detiene su marcha,
con sigilo contempla tu espalda:
se enlaza a tu pecho,
mariposas en calma:
no soy un espectro
extraviado en la nada;
mi sombra celeste todo lo abrasa:
mis manos oscuras
apresan libélulas blancas:
circundo el silencio enredado
en tu alma, me abro paso
a través de las llamas:
una sonrisa y doblego mi espada;
un campo de lirios
me aguarda sin pausa:
vierto la bruma de estrellas naranja:
desciende el caudal
que mueve montañas:
la noche y sus fuegos ya horadan el alba.
 
 
 
 
LA ESTELA DEL SUEÑO (BAJO LA ESFINGE, TUTMOSIS IV, 1,400 AC)
 
 
Las arenas invaden el aire,
la carne,
mi sangre que se extravía
en este océano yermo:
el tiempo es una sierpe que desfallece
al apretarme el cuello:
he oído a tantas gentes morir
sin invocar el nombre
que fue esculpido en mis huesos,
he vislumbrado al viento
fragmentar el cielo
que aún aplasta este desierto:
ahora estás aquí,
contemplando las sombras
que nos rodean
como los párpados del infierno;
y te preguntas quién es esta fiera
que perturba el reposo de un guerrero:
te he llamado y mi voz será tu voz
y habrá de gobernar sobre las aguas
y las dunas bajo el Sol sediento:
ave sin par que se remonta
hasta el cenit del silencio:
lava mi rostro para beber del Nilo de nuevo,
que la luz de Amón penetre mis fauces,
la oscuridad empozada en mis adentros;
rescátame de este naufragio perpetuo
y tuya será la tierra
que ha de acoger los trigos, las bestias,
los ojos húmedos del labriego:      
tuya será la vastedad del firmamento:
porque las estrellas
son lágrimas de dioses muertos;
y yo soy el león
que devora su propio cuerpo,
sarcófago de un corazón arrancado del fuego:
despierta, hijo mío;
haz que estas palabras
sean repetidas por milenios,
que la piedra perennice su alma
al volar hacia la profundidad de mi pecho:
hallarás la eternidad, lo prometo;
tus cenizas serán semillas de otros reinos,
y no dormirás
aunque la noche se cierna sobre el hombre
que volvió a nacer ante la desnudez de mis sueños.
 
 
 
 
    UN POEMA NO SIRVE PARA ENAMORAR A UNA MUCHACHA
 
 
    Una palabra, casi una ventana;
tan solo el devenir de una mirada:
un hombre sueña una muchacha,
su viejo corazón se alarga como una bandada:
la ve de lejos y se pregunta si el ocaso
al fin ha despegado de sus entrañas:
se acerca y le entrega un trozo de papel,
acaso su propia alma:
ella lo lee y no le agrada;
deja caer el obsequio y se marcha tras la luz del alba:
el hombre recoge lo que una vez
fue más grande que el Sol a la distancia:
luego se toca el rostro, es verdad,
palpa una lágrima;
pero un poema es una sombra clara,
tal vez un eco,
    el orificio que llevamos en la espalda.
 
 
 
 
LA REALIDAD ES MÁS LEVE QUE LAS SOMBRAS
 
Para Ketty Cueva Tiznado
 
Tu mirada encendería nidos de amapolas
o témpanos de sombras:
renace el estático fulgor
que soñaba desde la caída de la atmósfera:
si eres una estrella arrojada por la borda,
¿negarías que la realidad palidece
en el espejo que delinean destellos de sombras?
        
Hemos perdido hijos al volar con alas rotas,
hemos perdido huesos trizados por las rocas:
el cielo se fragmentaba en lágrimas para horadar
el canto de las aves, la piel donde a veces reposas;
tu cuerpo se escindía en inefables mariposas:
la noche desnudaba el pecho que los vientos azotaban
liberando bandadas de sueños,
colibríes que se enredan en remolinos de hojas:
debemos amanecer como una pedrada
en aguas que reúnen fósiles, ecos y bocas:
la realidad se desliza como la nieve hacia la penumbra
que al instante la devora;
la carne pertenece a una caverna donde duermen
las plumas arrancadas a las cenizas más hondas:
pedernales de bruma enfrían los ojos donde la Luna mora:
si no atizamos el fuego que expande al mundo sobre las olas,
huyamos como la luz de tus pupilas al eclipsar la aurora.
 
 
 
 
INUNDAR LA NOCHE EN LA SANGRE DE LOS ASTROS
 
 
Desgastar en el agua las palmas de mis manos,
retorcer el equilibrio de tus ojos y tus pasos;
clamar al fuego con la voz que ha poseído al pararrayos:
las corolas de la tierra se abren mostrando dientes
que jamás han sido contados, mis palabras erosionan
el pensamiento que compartes con los pájaros:
¿Escapar sin segar las raíces que nos atan a los astros?
¿Qué fiera devora nuestra carne
si me despojas de la piel al desnudarte?
 
Un mar de furia se empoza entre los muslos sitiados
por el empuje de mi vientre alado;
un camino se deshoja, palidece como la sangre
que en tu cuerpo ha delirado:
eres la herida que el Sol me entrega en el ocaso, 
cielo que no despega de mis párpados,              
espejo azul donde se contemplan los relámpagos.
 
 
 
 
BAJO LA OSCURIDAD DE LAS ESTRELLAS
 
 
Naufragar en el sueño que ya nos había soñado;
huir de la feracidad del rayo:
una huella es un peldaño hacia la oscuridad de las estrellas;
una vida es una pausa en el canto de nuestras moléculas:
tu mirada se extravía,
desaparece como lágrima
en las flamas que enardecen las tinieblas;
el mundo pervive como un recuerdo que jamás regresa:
te desnudas y la noche devora sus ojos
entre sombras que ven la luz por vez primera;
me despojo de palabras y malezas;
tu carne horada el cielo que persiste
cubierto de inexistentes gemas:
nuestra humedad fecunda parajes
que resguardan voces yertas:
sin embargo, no ha de morir la flor
si el abismo la engulle hasta hacerla tierra trémula;
no ha de cesar el fuego mientras su furor
cabalgue mis vértebras:
los cuerpos eclipsan las praderas,
se esfuman en medio de la tormenta,
renacen en el viento que dispersa montañas y nubes de piedra.
 
 
 

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