Nombre: María Isabel Novillo
Lugar de nacimiento: Caracas, Venezuela
Residencia actual: Madrid, España
Miembro desde: 24/10/2019


Poemas incluidos en esta página:        
                 
  1.          LOS GORRIONES
  2.          BREAKDOWN
  3.          HUMILDE DE FAMILIA
  4.          UN SIN SABER SABIENDO
  5.          DICIENDO CON JUAN DE YEPES
  6.          LUCKY COOKIES
  7.  

 

LOS GORRIONES
 
Es medianoche.
Hace poco ha sido Nochebuena.
 
-Aún queda por cruzar la oscuridad mayor-
 
No sirve cambiar de tierras
exteriores. Enero, desolados peldaños
que bajan hacia el frío. Luz cruda.
Luz dura. Dura lex. Pierdo la piel
en círculos. Mudo a rodeles.
Estoy perdida. El tanto equipaje me arrastra
por los pasillos de los aeropuertos.
 
Camino por Madrid como un paria.
 
La policía, siempre, a las puertas del metro
me pide documentos. Identificación.
 
(Dice mi hermano que hay algo en mi aire
que me delata como extranjera en tribulación)
 
         -pareces una polaca, me dice. Sobreviviente
         buscando brújula, agrego. Y nos reímos.
 
Extranjeros, cumpliendo con el mapa.
Con sus pómulos altos ·v sus ojos -tan dignos-
de príncipes en exilio.
 
Yo conocí a una que servía en una casa,
atendía la cocina, cuidaba de una niña.
En su tierra era profesora de Química.
Aquí, viven en guetos. Se vacían de su persona.
Se prestan los papeles para ir a la calle.
Se pasan los trabajos. Se cosen los zapatos.
(Los zapatos, propios, eso sí)
Paso horas sentada en el Jardín Botánico, el Real.
Me miro entre las manos caer el aguanieve.
Paso horas sentada bajo el árbol de Acebo.
Le dejo una galleta entre las ramas: agradezco.
Espero y agradezco, sin saber muy bien qué.
 
Voy a ir al Retiro esta mañana. A creer
en la vida, esta mañana. Veintiún estaciones
de metro: voy de lejos.
Llevo un trozo de pan en el abrigo.
 
Voy a ir al Retiro. A escribir bajo el rostro
de los leones: el mundo es sólo una bola de plomo
bajo sus zarpas. Voy a encontrar los seres que suben
a una barca y fuman en silencio. Como capitanes
de navío, circunspectos, que saben que cruzan
por la bruma. Bancos de bruma.
 
Quizá los acompañan sus delfines. Subidos
a la barca, ven el plató. Las escenas
que cruzan los jardines. Las puertas
que mueven la ciudad
a veinticuatro cuadros por segundo
y fuman -en silencio- como esperando
recibir instrucciones que vienen desde lejos.
 
Voy a ir al Retiro
(traigo un trozo de pan en el abrigo)
         No sé cómo lo logran
                   -es el milagro-
Que a pesar de las noches
al frío raso aún
amanecen vivos
los gorriones.
 
 
 
 
BREAKDOWN
 
Es un inconveniente de la ruralidad.
Un mal trecho de viaje.
 
Con frecuencia, voy en la carretera
trás del camión de reses
que van al matadero.
 
Por pudor y cobardía
no quisiera mirar sus cabezas
perplejas, hacinadas contra los hierros,
tratando de mantener el equilibrio
en el vaivén de curvas que lleva a El Arenal.
 
Sus miradas me oprimen la garganta.
 
Son dos esferas, pardas, luminosas
que atisban por las barras.
Pacientes a su suerte, sin fiereza.
Como si el corazón
que dentro de muy poco se exhibirá en vidriera,
órgano de tercera, para perros,
supiera y perdonara: Todo está bien
 
- La escritura, sin tacha, de los ojos-
 
Pongo la luz de cruce. Pienso en Da Vinci,
las miradas crueles que encontraba en los hombres.
La fluencia de luz, que es compasión.
 
Yo voy tras de sus ojos. Voy quebrada.
No puedo adelantar con dignidad y oigo,
muy al fondo de mí
                   el Stop
                   titilante
                   en luz de cruce.
 
 
 
 
HUMILDE DE FAMILIA
a Patricia Guzmán
 
Vuelve y yo vuelvo a ella
cada vez que la pienso: Sinagoga del Tránsito
con sus patios que dan a la Casa de El Greco.
 
Poblada de voces castellanas.
De presencias a sueldo y uniforme.
-Una mujer, gorda, hace crochet
hablando de una sopa de lentejas-
 
Hay estudiosos que toman notas y miran
los objetos: Los Rimonin, ornato de los rollos.
Lámparas para la Fiesta de las Luces
-sus nueve espacios
como ojos dibujados para el fuego-
Perfumadores. Las Yad de plata y amatistas.
Y esa caja pintada que guarda La Torah.
 
Los guardias cumplen horario. Nada saben.
Miran mucho el reloj para indicar
que pronto, ya, deben salir los visitantes.
 
Ellos son funcionarios, tienen prisa.
 
Leo en la vitrina un documento:
 
«Los signos de la Humildad: dulzura
en la lengua. Voz baja. Dominio
en los momentos de cólera. Ausencia
de deseos de venganza
aunque se posea el poder»
 
Los visitantes callan. Miran al Patio de El Greco.
 
Y lejos, más allá, a esas vegas violáceas
sembradas de coles de Lombardía.
Callan.
 
(El violeta del campo se les pierde en los ojos)
 
Miro las letras trazadas.
 
Leo un antiguo Contrato de Esponsales
que refiere la suerte de una novia:
 
El regalo de Bodas.
 
Recibió como alianza del amado
(éste, de condición humilde, se declara)
el vino y las almendras.
 
Y la única joya que tenía su familia:
 
                   Una Rosa de Oro, en la bandeja.
 
 
 
 
UN SIN SABER SABIENDO
 
Certeza para el jinete
es saber qué hacer con los caballos.
Descubrir su ignorancia.
Dar respuesta a la llamada.
 
Fuego paciente para transitar la irrealidad
sabiendo que no sabe qué hacer
hasta que la claridad, que viene del otro lado
del espesor sordo, lo nombre por su nombre.
 
En tanto, como en exilio, aprender
el oficio de corrector de fallos
en los saltos de obstáculos.
 
Anhelos de la alma. Limpio amor, limpio.
Amar/ ser espiga    Trigo candeal.
Ama/sar       Flor de Harina        Pan de Nobles.
 
Los sonoros sistros Razones de ternura
esperando, aspirando
buena suerte al repartirse suertes.
 
Terciada sobre el hombro, sin fatiga,
sin derrota, la esperanza.
 
Las bridas del pensamiento.
 
Así, llevado de camino de sangre
a memoria en su sangre.
 
¿Camino o memoria, será la de los pájaros
que cruzan hacia el sur
sobre la Cruz del Sur, solitos, a galope de nube,
solitos con su brújula de corazón-imán?
 
Ensimismado.         Viento arrastrando ¿qué?
Si no existe el azar sino estados de prueba
se saldrá de este cerco
 
                   con coraje.
 
 
 
 
DICIENDO CON JUAN DE YEPES
 
Es virtud del amor
igualar en semejanza a los amantes.
 
Así, amar a un ser noble, nos ennoblece
como amar a un ideal de luz, nos ilumina,
tal un barniz de cristal pulverizado
ennoblece la condición de un instrumento.
 
Así, las cosas de valor pequeño
se engrandecen al amor de amores grandes,
tal otros hacen sombra de la misma carne
de quienes aman bajo y bajo quedan.
 
Quien promete alto amor, alto confía.
 
Acepta por mi
las cuatro copas:
 
Y Sácame
 
         Líbrame
 
                   Redímeme
 
                            Y Tómame.
 
 
 
 
LUCKY COOKIES
“Porque no pude detenerme por la Muerte
Ella, amable, se detuvo para mì”
Emily Dickinson
 
Se comienza una mañana como todas.
 
Rutina en un despacho de adopción internacional
         Cafetera de oficina y la compañera
que revisa los e-mails recibidos.
 
En pantalla un video de una calle de China
         -cualquier ciudad o pueblo-
 
La cámara está fija en toma a ras de suelo
Por lo que sòlo vemos ruedas de bicicleta
Los pies de un agente de tráànsito
(se escucha su silbato)
Y los pasos de muchos, rápidos y mecánicos.
 
(deben llegar a tiempo a sus trabajos: factorías
De ropa o de juguetes. O tal vez de arbolitos
para la Navidad con sus ornatos plásticos: la ilusión de la Paz
los regalos
y el amor de Diciembre tienen sus fábricas)
 
Pero, hacia un lado, apoyado al brocal
de la calzada, hay un paquete.
 
Un close-up de la cámara nos deja ver
a un infante, recién nacido, envuelto
en una manta, ante la indiferencia de todo el mundo.
 
(o quizás ante el miedo: nadie quiere problemas)
 
Han pasado las horas. Anochece.
el pequeño paquete está en el cesto
de la basura al lado del semáforo.
 
La denuncia, anónima, a la ONG nos dice:
 
“¡ES UNA NIÑA!”
 
Confrontar esa imagen nos ha dejado en off
 
¿será un trucaje? ¿un juego?
 
¿un chiste de internet, de los crueles?
 
         Pero no.
 
Otras, con mejor suerte, son dejadas -de noche-
en algún templo. Con dicha, en un albergue de adopción.
Algunas llevan talismanes. Cintas rojas. Bendiciones
que les dejan sus madres antes de abandonarlas.
 
(Todos estos detalles llegan en los informes oficiales)
 
                   Sólo dos hijos. Lo decreta la ley.
 
Si el tercero es mujer…
 
Nacer mujer en China
puede ser una historia
de adopción.
 
(la adopción es un lujo y un negocio altruista)
 
Nacer mujer en China
Puede ser una historia
como en los pastelitos de la suerte.
 
                   ¿Es destino?
 
No me puedo olvidar de este incidente.
 
En camino a mi casa, ya de noche,
una idea me cruza por la mente:
 
                   ¿Será mejor destino -destino de consciencia-
el  de la niña
que se dejó de ofrenda ante la cámara
para que el mundo sepa?
 
¿Sabe el mundo?
 
¿O lo será
 
el de otras
en videos de cumpleaños y festejos?
 
Prometida a la lucidez, quizá serìa su nombre
-en China suelen darse bellos nombres-
 
Pero a nadie su voz ya le podrá decir:
 
                   Ella, amable, se detuvo para mí.
 
Camino, digamos, con decoro. Tanta gente me abruma.
Me muevo con lo intacto.
 
(Sé que celebraban reverencias
al abrirse los capullos)
 
Voy a poner la historia en la taza de té.
Cenarè galletitas de la suerte…
 
                   Y que la compasión sople los dados.
 
 
 
 
QUEIMADA
 
Esa mujer en la aldea de pescadores,
aquél día de fiesta y trajes regionales,
me ofreció una tacita de queimada
-explicando su origen e ingredientes-
 
Y me cantó el conjuro de las meigas: palabras en gallego
para el encantamiento del licor con el fuego.
 
Esa mujer me dijo que conocía mi tierra. Vivió en ella.
Allí, fue pescadera en los mercados.
Le iba bien, ganó plata, pero tenía miedo.
 
         -Ya sabe: su país, la violencia, tantas cosas…
         Y mi hija, muy guapa, jovencita.
         Por ella, nos volvimos.
 
Se escuchaban los cantos. Su marido tocaba los panderos.
 
Ella, llevaba unas conchas de instrumento,
como unas castañuelas de los mares.
Las tocaba con ritmo y alegría.
 
         -Y mire, la mataron aquí. En un asalto, en Vigo.
                   ¿sabe? Para quitarle el coche.
                            Aquí, en Vigo.
 
La queimada era fuego en mi garganta. Se me cerró la voz.
 
Había un cerco de palos en la arena haciéndose carbón,
 
Mirábamos al mar.
 
         ¿Y el pescado? .
         ¿Aún faena el pescado?
 
Me puso el cascabel de conchas en las manos:
 
         - No, mujer.
 
         Eso, ya quedó atrás.
                   ¿ Ahora?
 
                            Ahora, bailo Muñeiras.
 
 
 

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